La verdadera gloria

  Una de las tentaciones que tiene la iglesia el día de hoy es pensar según la óptica del mundo. Esto también es tendencia en el corazón humano, ya que después de que el Templo de Jerusalén fuera destruido tras la cautividad en Babilonia ellos soñaban con reconstruir un nuevo Templo que se asemejara al de Salomón. Dios, en cambio, tenía otro plan.  

 La verdadera gloria del templo no fue la que Israel percibió; el esplendor real fue algo que no se podía ver con los ojos físicos. Fue la presencia real pero invisible del Señor mismo, quien en la época de Ezequiel había salido de Jerusalén. Israel sólo tenía ojos para percibir el esplendor externo y se perdió la verdadera gloria.

 Ezequiel tenía ojos para ver. Vislumbró cuando la gloria partió del templo y la ciudad. Soñaba con el día cuando ella regresara. Su libro concluye con una nota alegre; en hebreo, termina con dos palabras sencillas, el nombre del Señor y otro término que comúnmente se usa como adverbio pero se usa como sustantivo, "allí." Traducimos la frase "Jehová está allí." Bendito el que tiene ojos para ver la verdadera gloria - a Dios mismo.

 

" El Señor está allí." (Ezequiel 48:35).

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