Guiezi: Falta de satisfacción y avaricia

    Hoy quisiera desafiarte a que fijes tu atención en un aspecto fundamental de nuestro crecimiento personal: la satisfacción. Sentirse satisfecho implica aceptar las circunstancias con alegría. Desde una perspectiva bíblica esto implica confiar en Dios, tener la certeza de que él tiene control de todo y reconocer que seguir su camino es lo más sabio que podemos hacer.

 Ahora, lo contrario al contentamiento es la insatisfacción que se traduce a la inseguridad y perder la fe en Dios. Y, por supuesto, en ocasiones, esa insatisfacción nos empuja hacia la senda de la codicia y la avaricia, lo que inevitablemente desemboca en comportamientos pecaminosos.

 Guiezi, nuestro personaje de hoy, es un gran ejemplo de esto. Guiezi era un siervo del profeta Eliseo. Cuando Naamán, el general sirio, fue sanado de la lepra. Eliseo rechazó cualquier recompensa o regalo por el regalo realizado. Guiezi, por el contrario, permitió que la codicia dominara su corazón. Tan pronto como Naamán partió, lo siguió y fraguó una mentira, afirmando que Eliseo había solicitado tres mil monedas de plata y algo de ropa. Sin dudarlo, Naamán entregó el doble de lo pedido por Guiezi. Luego regresó a su casa como si nada hubiera pasado. Sin embargo, ignoraba que Eliseo estaba al tanto de todo y, como consecuencia de su mentira y su avaricia, la lepra que había afligido a Naamán se extendió a su propio cuerpo en ese mismo instante.

 Es asombroso cómo a veces nos boicoteamos al desear lo que no nos corrresponde. Esa búsqueda insaciable nos conduce de un problema a otro. Guiezi comienza con descontento, anhela lo que no le pertenece, engaña a Naamán, oculta los regalos y hasta miente a Eliseo. La codicia confunde el juicio y nos hace creer que obtenemos beneficios, cuando en realidad no nos damos cuenta del peligro al que nos exponemos y del daño que causamos.

 Por ello, es necesario aprender a encontrar paz en lo que Dios nos brinda en todo momento. Aunque enfrentemos situaciones difíciles, no podemos olvidar que Dios es bueno y que todo contribuye para nuestro bien, incluso lo más complicado.

 También es importante recordar que los deseos descontrolados pueden traer consecuencias devastadoras. Basta con mirar a Guiezi: su ansia por el oro y la plata le llevó a contraer lepra. ¿Y nosotros? ¿ Qué consecuencias hemos sufrido por anhelar cosas sin moderación? Es cruciar detenernos y reflexionar sobre esto.

 Todos los días busquemos un acercamiento constante a Dios, confiando en que todo lo que poseemos proviene de él, con la firme creencia de que él conoce nuestras necesidades y nos proveerá en el momento adecuado.  Como Pablo enseñaba, la verdadera bendición radica en la piedad acompañada del contentamiento, es decir, en sentirnos satisfechos sirviendo al Señor del universo, más que en nuestras posesiones materiales.

 El apóstol también nos recuerda que, si tenemos lo necesario para comer y vestirnos, debemos estar contentos. No nos está indicando que dejemos de esforzarnos por mejorar en lo material, sino que nuestro amor y atención no deben obsesionarse con estas cosas. Porque, como dice la Escritura: "el amor al dinero es la raíz de toda clase de males." (1 Timoteo 6:10). Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe.

 " cuando Guejazí, el criado  de Eliseo, varón de Dios, pensó: ¡Vaya! Mi señor no permitió que este sirio, Naamán, le regalara lo que trajo. ¡Pues juro por el Señor, que ahora mismo voy a ir tras él para pedirle que me dé algo!" (2 Reyes 5:20).

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