De la oscuridad a la luz
¿Alguna vez te has visto envuelto en una oscuridad total, ya sea en un cuarto sin luces o en un lugar abandonado? Pensemos juntos en un ejemplo concreto: imagina que caminas por el bosque en plena noche. Todos tus sentidos están alerta al ruido, al viento, al suelo donde caminas. Es una de esas noches en las que no se ve ni la luna ni las estrellas, cada paso es incierto y desconcertante. La oscuridad es densa y envolvente, como una niebla que se interpone y te impide ver hacia dónde vas.
Mientras avanzas por el bosque, quizá te des cuenta de que este sentimiento de incertidumbre ya lo has experimentado antes. La oscuridad parece maginificar tus preocupaciones y temores, y en el silencio de la noche, cada ruido y cada sombra parecen susurrar dudas a tu corazón.
Con esta escena en mente, regresemos al pasaje de hoy. La profecía de Isaías llegó en un momento en el que el pueblo de Israel se sentía rodeado de una oscuridad profunda. Nada era claro respecto a su futuro, y aunque la esperanza de ser rescatados estaba presente en cada corazón, parecía lejana. Pero en medio de esa noche oscura y llena de sombras, Dios por medio de un profeta, les ofrece una promesa capaz de disipar la oscuridad: "El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz."
A veces sentimos que estamos solos en medio de la oscuridad, pero Dios nos guiará con su luz en medio de nuestras dificultades. Jesús es la luz del mundo que ilumina en nuestros corazones y nos ayudará a salir adelante en medio de nuestras dificultades.
" El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sí, la luz resplandeció para los que vivían en un país de sombras de muerte." (Isaías 9:2).
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