Un susurro de salvación
Cuando el apóstol Pablo le dice a Timoteo que "toda la Escritura es inspirada por Dios y útil", deberíamos prestar atención, pues nos recuerda que cada palabra en la Biblia forma parte de la historia redentora de Dios, una narrativa grandiosa que, en su totalidad, apunta a Jesús.
Por ello, en nuestro camino hacia la Pascua, estamos recorriendo el Antiguo Testamento. Estos relatos antiguos enriquecen nuestra comprensión de la obra redentora de Cristo en la cruz y nos muestras que su sacrificio siempre ha estado en el centro de la voluntad y el plan de Dios. Cuanto más comprendamos este diseño, más nos asombraremos de la majestuosidad y la intencionalidad de la redención de nuestro Creador.
Imaginemos esta escena en el antiguo Egipto:
La atmósfera es de caos y temor. Nueve plagas han devastado la nación, y la décima, la más mortífera, se avecina. Dios ha anunciado su juicio final: todos los primogénitos morirán. Pero lo más impactante es que esta sentencia no solo recae en los egipcios; también los israelitas están en riesgo. No hay excepciones en esta historia, como lo expresa Romanos 3:23: "... todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios." En pocas palabras, sin la intervención de Dios, el juicio sería universal.
Sin embargo, en medio de la calamidad, Dios ofrece un camino de salvación. Ordena a los israelitas que sacrifiquen un cordero sin defecto y marquen con su sangre los marcos de sus puertas. Luego les da esta promesa: " Cuando vea la sangre, pasaré de largo." Vemos que sólo los israelitas tenían que confiar en las instrucciones de Dios en cuanto a poner la sangre en sus casas para evitar ser destruidos por la muerte. Así nosotros al creer en el sacrificio de Jesús, el Cordero de Dios podemos ser salvados de la destrucción de la muerte y el pecado.
" Esa noche yo, el Señor, pasaré por la tierra de Egipto y heriré de muerte a todo primogénito egipcio, tanto de sus hombres como de animales, y también dictaré sentencia contra todos los dioses de Egipto. " (Éxodo 12:12).
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