En busca de pertenencia
Pertenecer a los estándares de la sociedad actual es una cuestión que implica una elección. Las personas se juntan entre sí, encontrando seguridad, con aquellas que tengan ideas, valores y principios en común.
Ser conocidos y amados, ser acpetados y comprendidos, eso es justamente lo que anhelamos cuando buscamos pertenecer. Pero, ¿y si la pertenencia no está destinada a encontrarse en uno mismo ni en los demás? ¿Y si es mucho más que conformarse con las creencias de cualquier grupo específico?
La Biblia tiene mucho que decir sobre nuestra pertenencia como seguidores de Cristo: No te perteneces a ti mismo. Perteneces a Cristo, y Cristo pertenece a Dios. Fuiste comprado, Jesucristo pagó un alto precio por ti. Ahora, estás a salvo y seguro.
Según la Escritura, nuestra autoaceptación no es algo que conseguimos con suficiente amor propio. Más bien, es una extensión de la obra redentora llevada a cabo a nuestro favor, cuando descubrimos, por medio de la muerte de Jesús, cuánto nos ama Dios. Fuimos creados primordialmente para pertenecer a Jesús, no a denominaciones eclesiásticas, partidos políticos, movimientos de justicia o círculos sociales.
En Cristo, la pertenencia no es un mero afecto o tal vez integrar un mismo club. Es mucho más. El precio de nuestra pertenencia fue fijado y pagado mediante el sacrificio del Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro redentor. Por eso, Pablo nos dice en los versículos 19 y 20 del pasaje de hoy, que no somos nuestros propios dueños. Dios nos ama tanto que nos rescató de las garras que cualquier otra cosa en este mundo que promete satisfacción, pero que no lo hace. Y en su lugar, Dios nos hizo pertenecer solo a él.
Cuando olvidamos que fuimos creados para ser la preciosa posesión de Dios,y no valoramos el costo pagado para ser suyos, terminamos anhelando pertenecer a cualquier otra cosa. Puede ser que, a través de la ropa que usamos, la gente con la que nos relacionamos, el trabajo que hacemos y el dinero que ganamos, que buscamos nuestro hogar en identificadores más que nuestra identidad en Cristo.
Debemos tener bien claro a quién pertenecemos. En Cristo, somos aptos y fuimos creados para el tipo de pertenencia que Dios mismo diseñó. Aprovecha esta semana, para dejar de lado todo lo que el mundo te exige que hagas para pertenecer a algo o a alguien. Recuerda hoy, en Jesús, eres visto, conocido, rescatado, restaurado y amado. En Jesús, perteneces eternamente.
" ¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos? Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios." (1 Corintios 6:19-20).
Comentarios
Publicar un comentario