Las palabras que dan vida

   Una de las muchas bendiciones de ser creyente es tener al Espíritu Santo como ayudador, consolador y amigo. Con frecuencia, cuando se trata de las palabras que nos decimos a nosotros mismos y a los demás, el Espíritu Santo nos desafía a pensar en este día " ¿Estás hablando palabras de bendición o de maldición?".

   El versículo 11 del pasaje de hoy plantea una pregunta similar de autoexamen: "¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?." Una clase de ciencias básicas nos enseñaría que el agua dulce y el agua salada no pueden provenir del mismo manantial. Pero Santiago no está hablando realmente del agua; está hablando del alma y lo que está profundo de nosotros, normalmente, es lo que empieza a fluir de nosotros.

  Cuando Santiago escribía estas palabras, lo más probable es que intentara pintar una imagen vívida de los manantiales minerales del valle del Jordán, cerca del Mar Muerto, algo con lo que el público original de este texto habría podido identificarse.

  Definitivamente, las palabras que debemos usar para calmar las preocupaciones y los conflictos son palabras reconfortantes. Las palabras que debemos usar para nuestras decisiones son enriquecedoras y optimistas. Las palabras que debemos pronunciar sobre nuestra familia son de bendición y no de cargas.

 " Con la lengua bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los seres humanos, que han sido creados a imagen de Dios. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, ¡esto no puede seguir así!" (Santiago 3:9-10).

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