No podemos callar

   Hay pasiones que no pueden ocultarse. Basta observar a alguien hablar de lo que ama: sus ojos brillan y las palabras fluyen como río desbordado. Nadie necesita darles permiso; simplemente lo hacen, porque lo que les llena, también los impulsa.

  ¿Por qué, entonces, nos cuesta tanto hablar de nuestra fe?

  Amamos a Jesús. Él es nuestra esperanza, nuestro Salvador, nuestra fuente inagotable de vida. Sin embargo, cuando llega el momento de compartirlo, el corazón tiembla. Surgen temores, dudas, la voz se apaga y pensamos: "¿Y si me rechazan? ¿Y si no sé lo suficiente?."

 Pero la fe no se comparte desde la perfección, sino desde la transformación. No necesitas un tratado teológico, sólo un corazón encendido. Dios no pide oradores elocuentes, sino testigos sinceros.

  Pedro y Juan, frente al Sanedrín, lo entendieron. Presionados a callar, no negociaron su fidelidad. Sus respuestas resuenan como un eco que aún sacude al mundo: "Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20).

 Ellos no podían callar... porque ya no eran los mismos. El amor de Cristo los había conquistado, y ese amor era más fuerte que el miedo.

  ¿Y a ti? ¿Qué te impide hablar? ¿A quién le estás negando el testimonio de lo que Dios ha hecho en tu vida? 

 Permite que el Espíritu Santo encienda en ti la valentía de un testigo. No necesitas tener todas las respuestas; tu historia basta. El mundo necesita corazones honestos que digan: "Yo estaba perdido... y fui hallado." "Yo era ciego... y ahora veo." 

 "Pero Pedro y Juan les respondieron: Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a él? Porque no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído." (Hechos 4:19-20).

Comentarios

Entradas más populares de este blog

María, un ejemplo de obediencia

La generosidad

Poderoso para guardarte