Que tu amor cuente su historia
¡ El amor que das habla de ti! Y aún más, habla del Dios en quien crees!
Cada gesto de compasión, cada acto de paciencia, cada abrazo sincero o el silencio que acompaña, todo eso cuenta una historia. El amor que damos, aún sin palabras, tiene voz. Una voz que puede señalar al cielo... o confundir el mensaje.
El pasaje de hoy relata que Jesús, en la noche de su entrega, no dejó a sus discípulos con una lección teórica. Les dio una señal visible: " Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse... De este modo todos sabrán que son mis discípulos. "
El amor, según Jesús, no es una emoción momentánea. Es un llamado a vivir crucificados al ego, y resucitados para servir. Amar como él nos amó es entrar en la misma dinámica del cielo: dar sin medir, perdonar sin contar, abrazar sin temer.
¿Pero cómo se ve ese amor?
Es el amor que lava pies sucios cuando nadie quiere hacerlo. Que sostiene al traidor con dignidad, y al negador, con ternura. Es el amor que no abandona cuando oscurece, que no exige pureza para extenderse, que no busca ser devuelto para darse. El amor de Cristo no espera condiciones: él es la condición. Y ese amor, cuando se enciende en nosotros, se vuelve testimonio vivo.
Pero también hay una advertencia implícita: si decimos conocer a Dios pero no amamos, nuestra fe es solo ruido. Como dijo el apóstol Juan: "El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor" (1 Juan 4:8).
Es decir, podemos ir a la iglesia, cantar alabanzas y citar la Escritura... pero si no amamos, no hemos entendido el corazón del evangelio.
"Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también los unos a los otros. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros. " (Juan 13:34-35).
Comentarios
Publicar un comentario