Dependiendo de Él

    En Josué descubrimos que Dios está listo para efectuar algo nuevo a favor de su gente. Los israelitas habían sido esclavos en Egipto y en su agonía habían clamado a Yahweh. Él escuchó su llanto y los liberó de la opresión para que fueran su pueblo. Pero por su pecado, ellos anduvieron en el desierto al otro lado del Río Jordán, sin tierra propia. Comenzaron a anhelar algo más estable, y el Señor aspiraba darles esa seguridad. Es interesante reconocer cuántos de los deseos más profundos en el corazón humano se originan en el corazón divino. El Soberano observa con agrado los anhelos básicos del ser humano porque nos lo ha puesto, y él espera tener la oportunidad de satisfacerlos.

Admitamos que dependemos de Dios para la realización de nuestras necesidades. No tratemos de forzar las circunstancias para que encajen con nuestras pretensiones. Debemos confiar en él. Si somos receptivos ante él, no hay ninguna fuerza terrenal que sea capaz de impedir que disfrutemos de todo lo bueno que Dios tiene para nosotros.

La promesa de Yahweh a Josué enfatiza esta verdad: "Mientras vivas, nadie podrá hacerte frente, porque yo estaré contigo como antes estuve con Moisés. No te dejaré, ni te desampararé." (Josué 1:5).

Muchas veces contemplamos nuestra situación y pensamos que hay obstáculos y enemigos para que los ofrecimientos de Dios lleguen a cumplirse. Sólo nuestra miopía provoca la duda; su juramento es que no hay nada que consiga detenernos de gozar todo lo que él ansía entregarnos. Nada tiene la potestad de frustrar los propósitos divinos- excepto yo mismo.

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