Dios, la fuente de la vida

    La historia cristiana es ésta: Cuando nosotros elegimos apartarnos de Dios, descubrimos que no hay camino en nosotros de regreso a casa. No poseíamos el poder de salvarnos; únicamente Dios era capaz de ayudarnos. Pero Él no consiguió redimirnos desde Su trono celestial, porque el problema estaba aquí en la tierra; por eso él tuvo que suplir la necesidad donde se encontraba- dentro de nosotros. Así que la Encarnación y la Cruz fueron imprescindibles. El Omnipotente debió hacerse humano para triunfar sobre la separación y la muerte que radicaba en nosotros.

El personaje de este drama no es el Hijo, sino el Padre, de quien vino el Hijo. El Progenitor envió al Únigenito para que se convertirtiera uno de nosotros, Emanuel. Nuestra destrucción eterna se venció cuando él tomó en sí mismo nuestra maldad con sus consecuencias mortales. El Padre, quien es la fuente de toda vida, la devolvió al Hijo en la Resurrección. Nunca olvidemos el costo enorme del pecado; causa el aniquilamiento del transgresor. Pero el precio del rescate es aún más grande; significa que Uno pereció no por su propia culpa, sino por la de los demás. En los dos casos, la ruptura con el Soberano hace inevitable el fin. 

Es por eso que debemos de permanecer cerca del manantial de la vida, Dios mismo. Nuestra única seguridad es una intimidad no interrumpida con este oasis. ¿Perseveras en tal cofraternidad?

"En ti se halla el manantial de la vida." (Salmo 36:9)

"Les he escrito estas cosas a ustedes, los que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna." (1 Juan 5:13).

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La quinta sinfonía de la fe

El Dios que te restaura

El Espíritu Santo da testimonio