Una realización falsa y pasajera

    Una de las características de los seres humanos es que nunca hallamos nuestra realización en nosotros mismos. Debemos mirar más allá de nosotros para conocer la satisfacción genuina. Como personas necesitamos disfrutar de propósito y significado; anhelamos poseer algo de lo cual podamos jactarnos, un elemento que nos brinde confianza, auto-estima y gozo. Pero el efecto del pecado en nuestra existencia es tal que tendemos naturalmente a esculcar este contentamiento en sitios equivocados. Buscamos algo en vez de buscar a Alguien. Nuestra verdadera compensación, la auténtica dicha, se encuentra únicamente en Dios. 

Mientras rastreamos el placer, también ansiamos la seguridad y la perseguimos en las criaturas, las instituciones y las pertenencias. Otra vez, nuestra maldad nos hace ciegos y nos engaña. Todas las cosas son abrigos temporales, excepto Cristo. David lo descubrió y declaró: "Dios es nuestro amparo y fortaleza" (Salmo 46:1). Es el resguardo al que todos precisamos recurrir.  Pedro también lo percibió cuando le preguntó a Jesús: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna." (Juan 6:68).

¿Indagas por un refugio hoy? ¿Un lugar no sólo de protección sino también de plenitud y complacencia?     Corre a Jesús; él es Aquel por quien preguntas.

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