Jesús, nuestro modelo

  Jesucristo en la Cruz es un modelo para todos los cristianos. El Nuevo Testamento lo explica de dos maneras. Cuando fue colgado en la cruz, sus enemigos dijeron: "Ya que salvó a otros, que se salve a sí mismo, si en verdad es el Cristo, el escogido de Dios." (Lucas 23:35). A estas alturas, el prototipo es de uno que elige no ayudarse o defenderse con palabras. Es el ejemplo seguido por el Apóstol Pablo, el patrón que propuso en su desafío a la Iglesia: "Imítenme a mí, así como yo imito a Cristo." (1 Corintios 11:1). Cristo no se rescató a sí mismo sino que se dió por la humanidad; del mismo modo Pablo se entrega por otros. El mensaje para nosotros es claro: Sigamos esta pauta; permanezcamos en amor y ofrezcámonos por otros. Ésta debe ser la preocupación principal de todo creyente: Preferir no socorrernos a nosotros mismos sino vivir para redimir el mundo para Jesús.

La segunda faceta del arquetipo de Jesús es su humanidad. Es la persona a que todos los seres humanos han de parecerse, es su espejo. Desde la transgresión de Adán, ningún ser humano ha sido ajeno al interés propio, y por eso, cada ser humano ha sido menos que completo. Ahora Jesús ha venido y está exento de toda forma de egoísmo; por eso Él es un ser íntegro y completo. Es sólo cuando estamos en comunión con este Jesús libre de pecado que somos salvos. Llega a nosotros, deposita su vida en nosotros y nos cambia desde adentro hacia fuera. Nos hace capaces de rendirnos voluntariamente, de vivir nuestros días para el bien de otros. 

"Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mi y del evangelio, la salvará." (Marcos 8:35).

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