Libertad para no defenderme (parte 1)
Existe una libertad gloriosa para las pocas almas suficientemente valientes como para confiar en las manos de Cristo su reputación , su futuro y su vida. ¿Ha estado usted en una situación en que alguien lo hay atacado o criticado? Tal vez se sintió malentendido; quizás cometió algún error y otro se lo señaló. Cuán rápido salen de nuestros labios las excusas y las coartadas, pero qué maravilloso es no tener qué defendernos. Permíteme preguntarte algo : ¿Quién es más libre, la persona que responde a un impulso incontrolable para hablar en su propia justificación, o el que también experimenta la misma presión pero se queda callado? Rehusar argumentar en mi propio favor requiere mucho más autonomía y potencia que simplemente reaccionar al impetu de disculparme.
¿Cuántas bendiciones mayores experimentaríamos en nuestros matrimonios si disfrutáramos de ese tipo de libertad? ¿En las relaciones entre padres e hijos? ¿En nuestras asociaciones profesionales? ¿Posees la clase de libertad que Dios quiere que tengas?
" Se verá angustiado y afligido, pero jamás emitirá una queja; será llevado al matadero, como un cordero; y como oveja delante de sus trasquiladores se callará y no abrirá su boca." (Isaías 53:7).
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