La salvación y el juicio

    El Dios de las Escrituras es justo y misericordioso a la vez. Por eso, juzga y salva. La mayoría de nosotros cree que la salvación y el juicio son dos prácticas diferentes, pero lo cierto es que son los dos lados de la misma moneda que van juntos en el pensamiento bíblico. Aquel que juzga también es el Salvador, y el que salva es el Juez eterno.

 Observamos esto en la experiencia de la nación de Judá durante el ministerio de Jeremías. Los habitantes de Jerusalén adoraban a la reina del cielo dentro del santuario de Yahweh. Su culto fetichista se expresaba en orgías sexuales que buscaban la bendición de la fertilidad. Hasta sacrificaron a sus hijos ante los dioses paganos para asegurar su favor. Dios respondió con horror, y permitió que los babilonios capturaran y destruyeran a Jerusalén y el Templo. El Señor dejo que su pueblo fuera al exilio lejano en Babilonia, y por setenta años permanecieron dentro de una cultura politeísta. El resultado de este escarmiento fue que los israelitas se curaron de la idolatría. La sentencia divina tuvo una cara redentora. 

 La misma verdad se vislumbra en la historia del éxodo. La manumisión de Israel de la esclavitud en Egipto desembocó en devastación para el Faraón y los egipcios. Pablo pensaba en esta realidad cuando escribió a los corintios: "Pero gracias a Dios, que en Cristo Jesús siempre nos hace salir triunfantes, y que por medio de nosotros manifiesta en todas partes el aroma de su conocimiento. Ciertamente, para Dios somos el fragante aroma de Cristo, tanto en los que se salvan como en los que se pierden. Para éstos somos olor de muerte, que lleva a la muerte, y para aquéllos somos olor de vida que lleva a la vida. ¿Quién está calificado para una tarea tan importante? Nosotros no somos como muchos, que negocian con la palabra de Dios, sino que hablamos de Cristo con sinceridad, como enviados por Dios, y en la presencia de Dios. " (2 Corintios 2:14-17). Lo que era fragancia de vida para uno, aseguró el apóstol , era olor de muerte para otro. Dios le dijo de esta manera a Moisés: "Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes, de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que tú y tu descendencia vivan; y para que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días. Así habitarás la tierra que el Señor juró a tus padres, Abraham, Isaac, y Jacob, que les daría a ustedes." (Deuteronomio 30:15,19-20). Dios está actuando en la existencia de cada persona. Nosotros determinamos si será obra de salvación o de juicio. La preferencia del Señor es que sus acciones en nosotros sean liberadoras. Aun su castigo puede ser emancipador.

" Porque Dios no envió a su Hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del únigenito Hijo de Dios. " (Juan 3:17-18).

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