Recibiendo y siguiendo

  Frecuentemente les decimos a las personas que deben recibir a Cristo, olvidando las palabras de Jesús: "Sígueme."Las dos invitaciones encierran connotaciones muy distintas. La primera implica cierta necesidad en nosotros, un vacío, una culpabilidad, una condición de perdidos. El núcleo es la propuesta del ser humano y la realidad de que Cristo es capaz de suplir nuestra limitación. 

   El sentido de "sígueme " es muy diferente. El enfoque central no está en nosotros, sino en Cristo.  Significa reorientar nuestra existencia, no alrededor de nosotros y nuestras penurias, sino alrededor de Él y su llamado. Habla de nuestra renuncia al control y nuestra rendición ante Él. De repente cambia todo nuestro horizonte para incluir la Cruz. Éste fue el punto hacia él cual iba Jesús cuando invitó a Felipe a seguirlo.

 No nos equivocamos cuando invitamos a la gente a que acepte a Cristo, porque sin Él estamos huecos cuando debemos estar llenos, cargados de pesos que no fuimos creados para llevar. Pero no podemos dejar a los demás en esa posición inicial; tenemos que avisarles que, si quieren mantener lo que han descubierto en Cristo, precisan oír y responder a la segunda frase del Señor: "Sígueme." 

 Cuídate mucho de cualquier presentación del evangelio que termina con el acoger y no avanza a mencionar el seguir. La salvación no se halla en una experiencia; se encuentra en Cristo, y hemos de caminar con Él si deseamos apreciar su poder liberador. La redención viene por medio de Su presencia.

 Juan entendió esto cuando aseguró: " Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. " (1 Juan 1:7).

¿Lo sigues tú?

" Al día siguiente, Jesús quiso ir a Galilea, y halló a Felipe y le dijo: Sígueme. " (Juan 1:43).


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