Jehová Tsidkenou, el Señor nuestra justicia

  Es evidente que la injusticia y la impunidad se han extendido por doquier, afectando desde los ámbitos políticos hasta el día a día de las personas. El mal parece haberse alojado en nuestra sociedad, dejándonos con la sensación de que poco o nada cambiará. Esta realidad no sólo afecta nuestra perfección de justicia sino que también afecta nuestra sensación de vulnerabilidad, ya sea el transitar por las calles, en el tráfico, o incluso en nuestros hogares.

  Lamentablemente, este caos no escapa de los entornos religiosos, aquellos que deberían ser pilares de fidelidad, justicia y amor divino, a menudo también se ven involucrados en escándalos que van desde la tergiversación de doctrinas hasta faltas morales graves. Esta situación nos lleva a cuetsionarnos si aun en estos escenarios prevalecerá la corrupcción y la inmoralidad. ¿Acaso Dios no está vigilando?

 En el tiempo de los reyes, la idolatría se destacó como el pecado que más dañó causó a la relación entre Israel y el Señor, pero no era el único mal que afligía a la nación. La corrupción se extendía tanto en los palacios reales como en el templo. Los reyes, aparte de practicar la idolatría, ejercían su poder de manera deshonesta, oprimiendo a los más vulnerables y a las viudas, y se dejaban corromper por sobornos para dictar juicios injustos. De igual manera, los sacerdotes, lejos de ser fieles al Señor, se entregaban a la idolatría y la codicia, mostrando avaricia y cometiendo injusticias contra el pueblo.

 Frente a esta desoladora realidad, el Señor levantó la voz de los profetas para denunciar estos graves pecados y proclamar un mensaje de juicio divino contra aquellos que rechazaban el arrepentimiento. Entre estos mensajeros de Dios, el profeta Jeremías destacó por su ferviente llamado a la conversión, advirtiendo con palabras directas del Señor: "¡ Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi prado!"

  Cada vez que el Señor pronuncia la palabra "ay", anticipa un juicio severo destinado a quienes se dirige esta advertencia. Mediante este término, Dios revela su plena conciencia de las acciones de los malos pastores y confirma su intención de castigar su negligencia. Vale la pena recordar que la palabra "pastores" se refiere tanto a los gobernantes como a los sacerdotes, ya que ambos tenían la función de guiar al pueblo.

 Aunque el mundo no reconozca al Señor Jesús como Rey soberano sobre todas las cosas, no por ello dejará de ejercer su reinado de justicia. Por eso, por desalentador que sea el panorama, la fe nos anima a esperar que la justicia de Jesús prevalezca y que ningún mal cometido en este mundo quede impune.

" Vienen días en que haré que un descendiente de David surga como rey, Y será un rey justo, que practicara la justicia y el derecho en la tierra. Durante su reinado, Juda estará a salvo, e Israel podrá vivir confiado. Y ese rey será conocido por este nombre: El Señor es nuestra justicia." (Jeremías 23:5-6).

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