¡Niña, levántate!

    Este es un buen momento para hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué área de mi vida parece estar muerta o agonizando? ¿Se ha desvanecido el propósito? ¿ Se ha evaporado la esperanza?

 A lo largo de esta semana, previa a la pascua, hemos reflexionado acerca de los milagros de Jesús en la tierra, a fin de conocer al Dios poderoso que obra a detrás de ellos.

 Hemos comprendido que todo lo que Jesús hizo cuando estuvo en la tierra tenía un fin más grande: la redención de la humanidad. Toda la vida de Cristo fue un motivo, el indicio de algo mayor. Cada milagro revelaba sus propósitos eternos. Cada palabra manifestaba su identidad mesiánica.  Jesús era la expresión viva y tangible del plan divino de salvación de Dios. El reino de los cielos había llegado.

 Hoy nos enfocaremos en Jesús como aquel que nos trae de vuelta a la vida.

 Los cuatro evangelios describen la resurrección de Cristo. Sin embargo, tres de ellos recogen también alguna otra ocasión en la que Jesús resucita a una persona. La resurrección es un tema recurrente para Jesús. La muerte huye ante su presencia.

 Cada vez que la Escritura habla de la resurrección, deberíamos sentirnos confrontados. Estos episodios no sólo anticipan la propia resurrección de Jesús, sino que también corroboran la afirmación de Jesús de ser la eterna "resurrección y vida." Nos recuerdan que Cristo no era un simple maestro de la moral. Es el Dios Santo, el único portador de vida y vencedor de la muerte.

¿ Has escuchado hablar de la "oración imaginativa"?

 Es un ejercicio espiritual de inmersión que permite evocar la Escritura. Consiste en situarnos mentalmente en una situación bíblica, contemplando en oración los acontecimientos con la ayuda del Espíritu Santo. Visualizamos las imágenes, los sonidos y los aromas como si estuviéramos allí. Es una práctica que nos invita a comprometernos con la realidad de Jesús. 

Hagamos un ejemplo: 

Usa el pasaje bíblico de hoy para imaginarte la escena en la que Jesús entró en la casa de Jairo. ¿Qué es lo que ves?¿Qué oyes? ¿Puedes ver el dolor en el rostro de Jairo y su esposa? ¿Puedes escuchar el lamento abrumador o tal vez el agobiante llanto? Ahora, sigue acercándote. Entra en la habitación donde está la hija de Jairo. ¿La puedes ver? Observa cómo Jesús toma la suave pero fría mano de la niña. Escucha atentamente sus palabras: "¡Niña, levántate!" No tengas prisa. Vive el momento. Observa cómo la vida inunda a la niña. Percibe la conmoción, la alegría y los sollozos. Acepta lo que acaba de suceder: Jesús ha resucitado a una niña. Este es el Dios espectacular al que sirves.

 ¿Qué te pareció este ejercicio? fascinante y real , ¿verdad?

 En el mundo de hoy, no podemos ser insensibles ante los milagros de Cristo. Son como un megáfono que nos revela los propósitos de Dios. Al resucitar a la hija de Jairo, Jesús muestra el poder de su Padre sobre la muerte. Es como que Jesús simplemente la despierta de un profundo sueño. 

 Escucha de nuevo las palabras de Jesús: "¡Niña, levántate!"Déjalas resonar en tu alma.

Sin Cristo, todos estamos muertos en nuestro pecado, perdidos y sin esperanza. Sin embargo, en él, la voz de nuestro Padre celestial quebranta la oscuridad: "¡Hijo mío, levántate!" Te está hablando a ti.

 La muerte ha sido vencida. En Jesús, has resucitado a una nueva vida. Encuentra hoy un momento para meditar en el incomparable poder de Dios. ¡Ya no tienes nada que temer!

 " Cuando Jesús oyó esto, le dijo: No temas. Sólo debes creer, y tu hija será sanada." (Lucas 8: 50).

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La quinta sinfonía de la fe

El Dios que te restaura

El Espíritu Santo da testimonio