Un fuego purificador

 Durante esta semana de peregrinación, nos sumergiremos en el recorrido de Jesús hacia la cruz y juntos, nos adentraremos en la hermosa historia de la "Semana Santa." Así que, dispongamos nuestro corazón y permitamos que Dios nos hable a través de estos momentos conmovedores.

 En los días previos a la crucifixión, Jesús estuvo extremadamente activo. Los eventos que fueron profetizados en el Antiguo Testamento se desarrollaban con una intensidad creciente hacia su inevitable desenlace. Cada paso, cada momento acercaba a Jesús al punto crucial de su propósito, a la asombrosa obra maestra de redención divina.

  Después de su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús pasó la noche en la tranquila Betania. Al día siguiente, volvió a la ciudad y se puso en marcha de nuevo, esta vez, al Templo.

 En el pasaje de hoy, Marcos describe a Jesús en el Templo. Esto está descrito en Marcos 11:15-17.

¿Puedes imaginarte la escena? El Jesús del Lunes Santo no es el Jesús pasivo, aquel que a menudo se representa como "manso y dócil" en la cultura moderna. En realidad, es un Jesús "Santo y ferviente", alguien que arde con intensidad por la pureza espiritual de su pueblo. Este es el Jesús que inspira respeto, temor santo y demanda nuestra total reverencia.

 En el pasaje de hoy vimos cómo Jesús purifica radicalmente el Templo, y no podemos ignorar el desafío personal que esto supone: purificar nuestro propio corazón. La profunda devoción de Jesús por la pureza de su pueblo no se limita a ese momento hace más de 2000 años, sino que hasta la actualidad sigue siendo relevante, deseando lo mismo para ti y para mí.

 Por tanto, al igual que Jesús limpió y purificó el templo, hoy quiere limpiar y purificar nuestro corazón. Su ferviente deseo es liberarte del desorden que impiden tu intimidad con él, ya sean distracciones, preocupaciones, deseos de este mundo o cualquier cosa que te aleje de tu relación con él. Recuerda que tu corazón es un lugar sagrado y tu cuerpo es ahora el templo espiritual donde Dios anhela hacer su morada.

 La Escritura tiene un término especial para este hermoso y profundo proceso de limpieza y purificación, y lo encontramos en el Salmo 51. Es el famoso y conmovedor lamento de arrepentimiento de David. Después de un completo fracaso, el rey expresó esta súplica de manera emotiva y sincera, donde dice:

" Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu firme dentro de mí."

Estas maravillosas palabras tienen un gran poder. Permítelas entrar en tu corazón y atesóralas en lo más profundo de él. Hoy, sin importar el caos que exista en tu corazón o en tu vida, el Señor te anima a orar de la siguiente manera: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu firme dentro de mí."

 Esta semana, mientras te acercas a la cruz, pídele a Jesús que voltee las mesas en tu corazón y que limpie cualquier cosa que obstaculice tu conexión con él. Permite que Dios purifique tu vida e ilumine tus ojos espirituales para que puedas ver la obra que él comenzó en ti.

" Llegaron a Jerusalén. Y al entrar Jesús en el templo comenzó a echar de allí a los que vendían y compraban en su interior. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y no permitía que nadie atravesaba el templo llevando algún utensilio, más bien, les enseñaba y les decía: ¿Acaso no está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones!" (Marcos 11:15-17).

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