De huérfanos a adoptados

  Hoy reflexionaremos sobre lo que significa ser adoptados en la familia de Dios. El ex jugador de la NFL Tim Tebow dijo una vez: " Cuando tu identidad se encuentra en Cristo, tu identidad nunca cambia. Siempre eres hijo de Dios." Tebow comprendió la verdad que marca la diferencia.

 Saber que perteneces a la familia de Dios es el distintivo de identidad más sólido que puedes tener en este planeta. Es mejor que cualquier cosa que este mundo puede ofrecer, y es una realidad para ti, hoy. Eres un hijo y elegido de Dios; esto significa que estás a salvo completamente en él.

 Nuestro Padre celestial nos ama tanto que, sin necesidad de alguna presión, nos amó y lo dio todo por nosotros. Aquel día, el cambió mi nombre y hoy sé que pertenezco a la familia celestial de Cristo Jesús.

La adopción es una imagen poderosa y emotiva, y se utiliza repetidamente a lo largo de la Biblia como un aspecto profundo y personal. Es un acto deliberado. Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, tú y yo hemos sido adoptados en la familia de Dios. Nuestro estatus ha sido mejorado de forma permanente e irreversible.

 Es por eso que podemos llamar a Dios, Padre. Él nos ha elegido por amor.

 El teólogo J.I. Packer, en su libro "Hacia el conocimiento de Dios", dice acerca de la adopción que "es el privilegio más alto que ofrece el evangelio: más alto incluso que la justificación." Una cosa es que Dios Padre perdone a los pecadores. Otra muy distinta es adoptarlos en su familia. Sin embargo, esto es lo que enseña la Biblia. No somos simplemente perdonados, somos invitados a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos. Como dice Pablo, " si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo." (Romanos 8:17).

 Esta verdad es tan extraordinaria que a veces resulta díficil de comprender. Pero hoy estamos aquí para abrazarla.

 Toma un momento, ahora mismo, para meditar en la increíble realidad de que eres un hijo amado y elegido de Dios.

Has sido adoptado en su familia, perteneces a ella. Llevas su nombre y su imagen. Eres valioso y profundamente amado. 

Alza tu voz y con un corazón a Dios declara: "Abba, Padre", y él te escucha.

 Espero que esta maravillosa verdad llene tu corazón de gozo y profunda gratitud como lo ha hecho conmigo.

 " Porque los hijos de Dios son todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios. " (Romanos 8:14).

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