El Dios que te llama por tu nombre

     Hoy nos enfocaremos en la vida de un personaje bíblico lleno de intriga y complejidad: Jacob.

    Pocos personajes bíblicos lucharon con su identidad como Jacob. Su historia es famosa por su astucia, ya que se desarrolla como un tejido desordenado de engaño, ambición y confusión. Jacob engañó a su hermano, le mintió a su padre, huyó de sus problemas y trabajó para un hombre que lo estafó.

  De hecho, su propio nombre significa "engañador", y sin duda hizo honor a su nombre. Jacob fue perseguido por la sombra de su hermano mayor Esaú. Se pasó la vida manipulando y engañando para poder buscar poder e identidad al margen de su hermano. Con sus esfuerzos, consiguió riquezas y familia, pero lamentablemente,  perdió la paz en el proceso.

   Jacob era un hombre confuso, destrozado y le aterrorizaba la idea de volver a ver a su hermano. Pero es justo en ese momento de crisis en donde Dios sale a su encuentro. Dios no espera a que Jacob resuelva sus problemas por sí mismo. En lugar de eso, interviene en su confusión y literalmente, lo ayuda a salir de ella.

  A través de esta historia aprendemos varias lecciones:

   Descubrir quienes somos puede ser un auténtico desafío. Constantemente nos enfrentamos a la lucha de encontrar respuestas, fabricando máscaras en una sociedad de arenas movedizas obsesionada con la perfección exterior. Sin embargo, las comparaciones nos irritan y los errores nos desmotivan. La vida nos asesta un golpe tras otro, dejándonos confusos, perdidos y lejos de lo que habíamos imaginado.

 Luchamos, nos esforzamos y peleamos... pero nada cambia, al parecer nuestra identidad sigue siendo esquiva.

  La lucha de Jacob nos ofrece una lección impactante para atravesar estos momentos de crisis. Su historia resuena con un gran consejo: Entrega todas tus preocupaciones a Dios, lucha en sus fuerzas, no en las tuyas. Demuestra tu tenacidad. Tu Padre celestial es experto en lidiar con frustraciones y dolor.

 Cuando abrimos nuestro corazón y reconocemos humildemente nuestras limitaciones, permitimos que Dios nos moldee. ¡Esto es fundamental! Nuestra verdadera identidad no se define por nuestras acciones, sino por lo que Dios puede hacer por nosotros.

 Guarda esta verdad en tu mente y en tu corazón: Dios es el único que puede definir tu identidad.

  Las etiquetas que la sociedad nos pone son pasajeras, pero el nombre que Dios nos da es para siempre. De la misma manera que Dios estuvo con Israel y transformó su cojera en un recordatorio de su encuentro, el camino que emprendemos con Dios nos marca de una manera especial, recordándonos siempre ese cambio profundo en nuestra vida.

 De la misma manera que Jacob, permitamos que Dios obre en nuestra vida, rindamonos a los propósitos del Señor para encontrar nuestro verdadero yo. Dios no te ve como eres, sino como podrías ser. Él lucha contra tu confusión y te lleva a un lugar de victoria. Él pone su sello en ti y te llama por tu nombre: Eres amado. Elegido. Valorado y perdonado.

Toma un momento para reflexionar: ¿A quién le permitirás definir tu identidad hoy? ¿ Al mundo ? ¿A ti mismo ? ¿A otras personas? ¿O dejarás que Dios te diga quién realmente eres? 

" Y el hombre dijo: Tu nombre no será más Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres , y has vencido." (Génesis 32:28).

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