El Dios que ve

   Es reconfortante saber que empezamos una nueva semana, nuevos planes, nuevos desafíos, pero de la mano de Dios. Estoy muy expectante de lo que Dios hará en ti y a través de ti durante estos próximos siete días.

 No sé tú, pero yo en muchas ocasiones me he sentido rechazado, menospreciado, ignorado e incluso excluido. Sin embargo, he llegado a comprender que no soy el único en sentirme así, y que definitivamente no estoy solo en esto.

 En el pasaje de hoy, Agar probablemente sintió estos sentimientos dolorosos. Abrumada por la confusión y la desesperación, su identidad estaba en crisis.

 Agar, que había sido arrancada de su vida egipcia y esclavizada, siguió fielmente a Abram y a su esposa Sarai por el desierto durante años. Cuando Sarai fue incapaz de dar a luz, la ofreció a Abram en su lugar, y la dejó embarazada de su primógenito.

 Sin embargo, en vez de ser celebrada por gestar al hijo de Abram, Agar fue rechazada por ello. La noticia del nacimiento trajo tensión a la familia, lo hizo recordar a Sarai su vacío. Los murmullos se convirtieron en desprecio, y los celos de Sarai acabaron por estallar en una furia cegadora. Trató a Agar con dureza y ella no pudo soportarlo. La joven esclava, embarazada y vulnerable, huyó al desierto implacable.

¿Te imaginas la desesperación, verguenza y confusión que debió sentir Agar mientras estaba sola, sentada en medio de un calor incesante? ¿Puedes hacerte una idea de sus miedos e inseguridades? 

 Agar había experimentado una vida de quebranto, injusticia, separación y perturbación; una avalancha de acontecimientos que escapaban de su control. ¿Quién era ella en ese momento? ¿Cuál era su propósito? ¿Por qué le había sucedido todo esto?

 La identidad de Agar estaba destrozada. Estaba perdida.

Tu historia puede ser diferente a la de Agar, pero tal vez te identifiques con sus sentimientos de temor y dolor. Puede que te sientas poco valorado, desestimado o abandonado. Quizás estés en un punto en el que te preguntas si alguien entiende por lo que estás pasando. Te sientes como un barco sin timón, a la deriva en medio de las tormentas en alta mar. Nadie te entiende. Nadie te escucha. Nadie te ve.

 Pues bien, aquí justo en estos momentos es donde la marea cambia y Dios entra en la historia.

 En medio de la desesperación de Agar, un hermoso y oportuno susurro le infunde paz, esperanza y consuelo a la vida de esta mujer. El ángel del Señor le dice: " De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar." 

 En un instante, Dios le da a Agar una esperanza, un futuro y un legado. El Señor la encontró en su dolor, validó su experiencia y le recordó el plan que él tenía para ella.

 Era todo lo que Agar necesitaba, ese encuentro con Dios vivo le dio la fortaleza para responder con alegría: "Ahora he visto al que me ve." 

 La esclava , que antes era una criada invisible, se puso en pie y camino con valentía porque sabía quién era ella ante los ojos de Dios. El desierto ya no era su prisión, sino la cuna del destino de su hijo. La identidad de Agar había renacido. Esta es una historia conmovedora.

 Cuando te das cuenta de que Dios te ve, todo cambia. Tu identidad y tu personalidad permanecen ancladas en él. Y así como Dios vio a Agar, hoy también te ve a ti. No importa lo que hayas hecho o lo que estés enfrentando en este momento, hoy Dios te da una nueva identidad como su hijo amado.

 Antes de terminar, quiero animarte a abrir tus oídos espirituales para que puedas escuchar el suave y tierno susurro del cielo que te recuerda que tu nueva identidad es ser hijo de Dios.

 No lo olvides: Dios te ve, Dios te conoce y Dios te escucha.

" Como el Señor le había hablado, ella le dio este nombre: Tú eres el Dios que ve, pues dijo: ¿Acaso no he visto aquí también al que me ve? " (Génesis 16:13).

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