Hecho a su imagen y semejanza

   En 1979, se desenterró una estatua de dos metros de altura de un hombre barbudo en el yacimiento de Tell Fakhariyeh, en Siria. La estatua, con una larga vestimenta envuelta, tenía las manos fuertemente unidas a la cintura. Era sin duda un miembro de la realeza. La estatua era del siglo IX a.C. y representaba a un rey, un miembro de la clase dirigente asiria.

  Pero, hay un giro fascinante en este descubrimiento, la estatua tenía una inscripción bilingue. En dicha inscripción en arameo destacan dos palabras. La estatua se describe a sí misma como " imagen" y "semejanza" del gobernante original, las mismas palabras utilizadas en el pasaje de hoy para describir nuestra relación con Dios.

 La estatua fue- según sus propias palabras- hecha a imagen del rey. Fue tallada a propósito para representar y reflejar al soberano real que la encargó; una extensión tangible de su gobierno y dominio.

Es un fragmento apasionante del contexto antiguo.

 Esta estatua puede ayudarnos a visualizar lo que quiere decir el Génesis cuando declara que estamos hechos a imagen de Dios, y esto es realmente importante. Ser un portador de la imagen real es una pieza fundamental de nuestro rompecabezas de identidad. Es lo que nos hace únicos entre la creación de Dios; lo que nos da nuestro valor, dignidad y estima.

Cuando la Biblia dice que hemos sido creados a imagen de Dios, está describiendo a la humanidad en los mismos términos que la estatua real de la antiguedad. Somos una representación tangible y un reflejo de aquel que nos creó. Llevamos su impronta real; somos portadores de su santa esencia.

 Sin embargo, ahí es donde la analogía de la estatua toca techo. Porque, a diferencia de la escultura de piedra, no somos un ídolo inanimado, creado por una mano humana imperfecta. Por el contrario, somos hijos de Dios que vivimos y respiramos, creados por el Padre celestial. Es decir, Dios mismo ha soplado su vida abundante en ti.

Esta impresionante realidad es tu verdad de hoy: Eres una obra maestra a imagen de Dios mismo. En Cristo, has sido restaurado y liberado para representar y reflejar a Jesús al mundo.

 A estas alturas, probablemente te estés preguntando qué significa todo esto. Bueno, dejáme compartirte algunos pensamientos. 

 Si estás hecho a imagen de Dios, entonces eres portador de su creatividad. Dentro de ti está el eco del arte de tu Creador, la chispa de una imaginación capaz de dar forma a mundos, culturas y vidas para su gloria.

Si estás hecho a imagen de Dios, estás diseñado para vivir conectado. Al igual que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo existen en amorosa comunidad unos con otros, tú también estás hecho a imagen del amor desbordante. Has nacido para dar y recibir amor. Te lo mereces.

Si estás hecho a imagen de Dios, tienes un valor infinito. Así como el valor de un diamante no está determinado por su tamaño, sino por su belleza y rareza inherentes, así también es tu valor. No eres definido por tus logros, sino por el hecho mismo de tu existencia.

Eres la obra maestra de Dios, su imagen y semejanza. Aférrate hoy a ese maravilloso conocimiento.

" Entonces dijo Dios: ¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre todos los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra! Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó. " (Génesis 1:26-27).

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