Judá: arrepentimiento y ceniza

      Un día, llevaron a una mujer ante Jesús, acusada de adulterio. Según las leyes de la época, este pecado era castigado con apedreamiento, y todos estaban dispuestos a cumplir la ley. Sin embargo, Jesús hizo algo que sorprendió a todos: dijo que aquel que no tuviera pecado debería ser el primero en arrojar la piedra. Claro está, como todos eran pecadores, uno por uno, dejaron sus piedras y huyeron.

 Así como las personas de esta historia, todos somos pecadores; algunos con faltas más graves que otros, pero sin lugar a dudas, los pecados están ahí. Frente a esto, debemos reflexionar sobre cómo estamos manejando nuestros errores. ¿Qué actitud tenemos ante nuestros pecados?

 Judá, uno de los hijos de Jacob, tiene mucho más que enseñarnos al respecto. 

Jacob tuvo varios hijos, entre ellos José, el más consentido. Él tenía sueños de liderar sobre toda la familia. Obviamente, eso hizo que la envidia de los hermanos subiera a niveles extremos, hasta el punto de idear un plan de matar a José.

 En medio de las discusiones sobre cómo lo matarían, Judá, uno de los hermanos mayores, sugirió la idea de venderlo como esclavo. Para engañar a su padre, mojaron las ropas de José con la sangre de su cabrito, insinuando que algún animal salvaje lo había devorado. La idea de haber perdido a su hijo de manera tan brutal y cruel causó gran dolor y sufrimiento a Jacob. ¿Te imaginas cómo se habrá sentido ese padre?

Mientras esto sucedía, José fue vendido como esclavo en Egipto, pero Dios estaba con él y tenía un claro propósito en su vida. Con la guía de Dios, José se destacó en ese país y después de un tiempo se convirtió en gobernador.

Después de todo lo ocurrido, la vida de los hermanos de José nunca fue la misma. El alivio que imaginaron sentir con la pérdida de su hermano se transformó en un profundo remordimiento. Judá, cargado de culpa, se alejó de su familia, se casó, y pasó años lejos de su gente.

 Esto nos deja claro que es crucial pensar cuidadosamente antes de actuar. A menudo, creemos tener la solución perfecta para nuestros problemas, pero nuestras decisiones precipitadas pueden llevarnos a quedar atrapados en la culpa y el sufrimiento.

 Tiempo después, una terrible sequía azotó a la región, llevando a los hijos de Jacob a Egipto en busca de comida. Aunque no reconocieron a José como el gobernador, él no los había olvidado. Para poner a prueba su lealtad familiar, José exigió que Benjamín, el hermano menor, quedara como prisionero en Egipto. En un momento impactante,Judá, quien anteriormente había propuesto vender a José, ahora lleno de arrepintimiento, se ofreció como esclavo en lugar de Benjamín.

 La actitud de Judá nos brinda grandes lecciones. Todos cometemos errores en la vida, algunos más graves que otros. Nuestros errores tienen consecuencias y debemos enfrentarlas, pero lo más importante es siempre arrepentirnos y cambiar rápidamente de actitud. El Judá que se ofrece a ser encarcelado en lugar de su hermano es completamente diferente al que antes sugririó venderlo como esclavo. Entre estos dos momentos, pasó suficiente tiempo cómo para reflexionar en lo ocurrido y sentir el deseo genuino de actuar de manera diferente.

 Cuando no nos arrepentimos y no cambiamos nuestra actitud, quedamos atrapados en un ciclo tóxico y perjudicial que desagrada a Dios y nos convierte en prisioneros de nuestros propios errores. Esto no es lo que Dios desea para nosotros. La Biblia nos enseña que el Señor nos llama a ser libres, y no hay libertad en una vida marcada por la culpa y el remordimiento.

  Es esencial reflexionar sobre nuestras acciones con responsabilidad, enfrentar las consecuencias y buscar en Dios el arrepentimiento y el perdón que necesitamos. Judá personifica esta actitud, a través de él, aprendemos que ningún error es tan grande como para alejarnos del amor y la gracia de Dios. A pesar de todo lo que hizo, Jesús, el Salvador del mundo, provino de su linaje.

 "Así que , si yo vuelvo ahora a mi padre, siervo de mi señor, y el niño no va con nosotros, tan apegado está mi padre al niño que, cuando no lo vea, morirá. Entonces nosotros, siervos de mi señor, haremos que las canas de nuestro padre bajen al sepulcro por causa de la tristeza." (Génesis 44:30-31).


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