Salvados por gracia

    A lo largo de estas semanas nos hemos propuesto analizar la identidad que Dios nos ha dado. La Biblia ofrece un mensaje muy claro sobre quién eres. Formas parte de la familia celestial y por lo tanto eres conocido, amado, digno y escogido por Dios. Sin embargo, estas verdades pueden ser díficiles de creer o incluso de escuchar en la cultura actual, que insiste en definir tu identidad en lo que tienes, dices o haces.

 Hoy nos enfocaremos en exponer otra mentira que solemos creer: "Soy lo que hago."

 Te ha pasado que, cuando vas a una reunión social la pregunta que siempre hacen para conocer más de ti no es "¿quién eres?" sino "¿ a qué te dedicas?" . Muchas personas consideran que estas dos preguntas describen tu identidad en su totalidad, es como leer tu hoja de vida.

 Vivimos en un mundo que gira en torno al éxito profesional y material. La mentira que fácilmente se inmiscuye en nuestro corazón es que cuando más alto subimos en la escala corporativa, mayor valor tenemos. El problema es que tu valor e identidad no provienen de lo que haces, sino de quién eres.

 Como hijo de Dios, tu valor y dignidad no aumentan ni disminuyen con el éxito de tu carrera, tu identidad tiene siempre el mismo valor. Como nos recuerda la verdad del pasaje de hoy: "... por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios...".

 En un mundo que insiste en que uno es lo que hace, recuerda hoy que tu valor no reside en tu rendimiento, sino en tu condición de hijo de Dios. 

 Tu identidad en Dios se basa en su gran amor por ti. Jesús, con su sacrificio en la cruz, nos aseguró el perdón. Ser salvados por la fe significa ser hijo de Dios, no es algo por lo que hay que luchar, sino una promesa en la cual debemos creer.

 Recuerda que no hay nada que puedas hacer para que Dios te ame más. Tampoco puedes hacer nada para que Dios te ame menos. Esta realidad puede ser muy díficil de entender, pero es absolutamente cierta. El amor de Dios por ti no se ve alterado por tu peor momento ni por tu mayor éxito. Dios te ama porque Dios es amor y tú eres su hijo.

 Si lo que somos para Dios no depende de cuánto logramos o alcanzamos, podemos estar tranquilos y disfrutar de nuestra relación con Él, somos sus hijos, no empleados buscando impresionar a su jefe.

 No podemos ganarnos el amor de Dios, ni podemos perderlo, ¡sólo nos queda creer y deleitarnos en él!

 " Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Esta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras , para que nadie se vanagloríe. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas. " (Efesios 2:8-10).

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La quinta sinfonía de la fe

El Dios que te restaura

El Espíritu Santo da testimonio