Un hogar para Dios

    Analicemos juntos el pasaje de hoy.

   Después de conocer lo que Pablo le dijo a la iglesia de Éfeso, seguramente te hiciste la siguiente pregunta: ¿Qué significa ser un hogar apropiado y digno para que Dios habite en él? La respuesta a esta interrogante encierra un significado muy profundo y para descubrirlo es necesario que retrocedamos un poco en la historia narrada de la Escritura. Sin embargo, entendamos primero qué es la presencia de Dios.

 En el relato de la creación existía un vínculo muy cercano entre Dios y la humanidad. No había ninguna barrera entre ambos; estar con él y en él era completamente natural para Adán y Eva, sin embargo, todo cambió con la llegada del pecado. Esa relación tan cercana se rompió, separándolos completamente de su presencia. De hecho, el tema central de la Biblia trata sobre la restauración de esta brecha entre Dios y su creación, y cómo su intervención en la historia de la humanidad acercó nuevamente a ambas partes por medio del sacrificio de su Hijo.

 Finalmente, el Rey David estableció un hogar permanente para Dios. Se trataba de un templo dentro del cual había un lugar exclusivo para los santos. En este lugar sagrado estaba la presencia de Dios y únicamente podían entrar los sacerdotes. Su poder era tan fuerte que quienes se acercaran tenían que usar una cuerda alrededor de ellos en caso de que fueran muertos y tuvieran que ser arrastrados hacia afuera. ¡Así de implacable era el lugar santo!

 Las personas siguieron encontrándose de esta manera con Dios hasta la llegada de Jesús. ¿Te das cuenta de lo que este hecho significó para toda la humanidad? A partir de ese momento, su presencia caminó sobre la Tierra para siempre, restaurando la comunión entre Dios y nosotros. 

 Cuando Jesús resucitó y subió al cielo, prometió a sus discípulos que aunque ya no estaría físicamente con ellos, su presencia los acompañaría siempre a través del Espíritu Santo. Con el cumplimiento de esta importante promesa, Jesús transformó para siempre nuestra experiencia habitando este mundo y la convirtió en una nueva vida cerca de la presencia de Dios. Ya no fue necesario acercarnos a él detrás de un velo nunca más. Ahora, está disponible para encontrarse con nosotros en cualquier lugar y en cualquier momento.

 La presencia de Dios nos acompaña siempre, podemos experimentarla en la iglesia, mientras nos desplazamos hacia el trabajo, cuando los padres recogen a sus hijos de la escuela, cuando cocinamos, limpiamos, escribimos, leemos, viajamos, oramos, es decir, en todas las cosas que hacemos.

¿ Ahora lo entiendes mejor? Tu eres hoy el hogar de Dios, él ha elegido tu corazón para habitarlo. Ahora pregúntate: ¿Estoy realmente dispuesto a recibir la presencia de Dios en mi vida? Así como una casa tiene que abrir sus puertas para dar la bienvenida a quienes la habitan, nosotros debemos abrir nuestro corazón e invitar a Dios a que viva en nuestro interior. Recuerda que somos llamados a vivir en santidad,es decir, de una manera que refleje la pureza y la justicia de nuestro Creador.

 Ahora que sabes que él mora en tu interior, vive con propósito usando los dones que has recibido para glorificar a Dios y a su reino. Ser su hogar dará como resultado una intimidad más profunda con él. Ya no vemos a Dios como un ser distante sino como un Padre cercano que lo conocemos a través de su presencia que nos rodea y vive con nosotros, que nos guía en cada paso que damos.

 Te animo a que hoy abras las puertas de tu corazón para él y tu estilo de vida refleje siempre a aquel que te amó primero y que te eligió a ti como su hogar.

 " en Cristo, también ustedes son edificados en unión con él, para que allí habite Dios en el Espíritu. " (Efesios 2:22)

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