Un nuevo comienzo

   Durante las últimas semanas hemos profundizado en la identidad y en la importancia de alinear nuestra percepción con la de Dios. Ayer examinamos el control que la culpa y la verguenza pueden ejercer sobre nuestra autoestima y expusimos el profundo temor que la idea "No soy más que mi peor momento" causa en nuestro corazón. Esto nos lleva a recordar que somos lo que Cristo ha hecho por nosotros.

 Hoy seguiremos reflexionando sobre cómo dejar el pecado y la verguenza atrás y caminar sin obstáculos y sin miedo hacia el futuro.

 El pasaje de hoy nos recuerda una verdad poderosa: "... si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!"

  Seguramente te has sentido agobiado por pensamientos negativos sobre tu pasado: fracasos, remordimientos y verguenza. Es díficil parar cuando nuestra mente nos molesta constantemente con las mismas ideas, sin embargo, hoy te invito a hacer una pausa para recordar que en Cristo hemos sido hechos nuevos.

 No somos solo una versión más refinada y que ha pasado por algunos cambios ligeramente visibles, hemos sido transformados por completo. Como una oruga que se convierte en mariposa, la obra que Cristo realiza en nosotros nos cambia de manera irreversible. No hay vuelta atrás.

 Cuando el apóstol Pablo escribió estas palabras, él ya había experimentado en su propia vida el poder de Dios que quita el peso del pecado y la verguenza. Pablo era un hombre muy diferente antes de conocer a Jesús. Se llamaba Saulo y era un fanático religioso que incluso supervisó la lapidación de uno de los amigos más íntimos de Jesús. Su corazón estaba lleno de odio y destrucción. Era el protagonista de una ardua persecución a los seguidores de Cristo. Pero todo cambió cuando se encontró con él. Pablo dejó de protagonizar su propia vida y Dios tomó el lugar principal.

 Cuando Saulo miró el rostro de Jesús, vio algo que nunca había visto antes, encontró el verdadero perdón, experimentó la transformacion real que solo su gracia puede producir en nuestro corazón y en nuestra vida y de pronto todo cambió. Saulo, el fanático religioso e iracundo empedernido, se convirtió en Pablo, el apóstol bondadoso, firme e incansable que plantó iglesias y llevó el evangelio a todas partes.

 Jesús cambió su nombre, desechó todo lo viejo e hizo todo nuevo.

 El mundo busca definirte por tus peores momentos y te recuerda todo el tiempo lo mucho que has fallado y lo poco que eres cuando no te alineas a los demás. Es posible que a tu mente le cueste desprenderse de la culpa y la verguenza de tu pasado, pero Dios dice una verdad muy distinta sobre tu identidad.

  Esta verdad y la gracia de Dios transformaron a Saulo por completo convitiéndolo en alguien completamente nuevo: el apóstol Pablo.

  Tal vez tu nombre permanezca igual, pero ten la seguridad que si has creído alguna mentira sobre ti mismo, su verdad te transfomará por completo, recordándote quién eres en realidad.

 " De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo; ¡ahora ya todo es nuevo!" (2 Corintios 5:17).

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