Jesús: un invitado inesperado

  Durante esta semana , nos embarcaremos en un viaje culinario por el evangelio, en el que acompañaremos a Jesús en siete ocasiones donde él es el invitado principal. Mientras seguimos sus pasos y nos sentamos a la mesa con el Maestro, observaremos que para Jesús, la hora del almuerzo no era simplemente un momento para saciar su hambre.

  En el contexto cultural de Jesús, el espacio dedicado para almorzar era muy importante en su misión y ministerio. ¡El tiempo que Jesús pasó alrededor de la mesa conversando con las personas era sorprendente! Sobre este hecho tan peculiar, el teólogo Robert Karris señala que: "En todo el Evangelio de Lucas, o Jesús se dirige a una comida, está en una comida, o viene de regreso de una comida."

 En el pasaje de hoy, Jesús ha recorrido muchos lugares predicando y enseñando a la gente, hasta que llegó a Jericó, en donde vivía Zaqueo, un conocido recaudador de impuestos. En aquel tiempo, quienes desempeñaban esta labor eran mal vistos, porque casi todos cobraban cantidades exorbitantes y se quedaban con una gran parte del dinero, por lo que Zaqueo era en pocas palabras, un relegado de la sociedad.

 Sin embargo, el recaudador de impuestos deseaba con todo su corazón conocer a Jesús, así que tan pronto supo que el Señor estaba en su ciudad, hizo hasta lo imposible por colarse entre la multitud para escuchar al Señor.

 Zaqueo era un hombre de baja estatura, lo que añadía un grado más de dificultad para ver a Jesús, sin embargo, ni siquiera esto lo detuvo. Venciendo su miedo y su orgullo, el recaudador trepó a un árbol para poder ver al rabino y ante la sorpresa de la multitud, Jesús se detuvo y lo miró. Presta atención a este hecho. ¡Jesús se detuvo y lo miró!

 ¡Imagina la emoción de Zaqueo! Para él, su único deseo era ver al Maestro y escucharlo. Pero sucedió justo lo contrario. Jesús fue quien lo vio y lo escogió para quedarse, cenar y conversar con él. No sería extraño pensar que debido a los prejuicios asociados con este hombre, para muchos de los presentes, esto haya sido una enorme decepción.

 ¡Imagina la sorpresa generalizada de la multitud! ¿Por qué una persona tan popular como Jesús, con quien todos querían estar, entablaría una relación personal con un recaudador de impuestos? El Señor, en lugar de avergonzarlo o condenarlo como lo hacían todos los demás, eligió amarlo y ofrecerle su amistad. Jesús no sólo se detuvo y lo miró, sino que se quedó en su casa, se sentó a su mesa y entró en la vida de Zaqueo.

 Este relato nos da esperanza, porque nos muestra cómo el Señor ve más allá de lo que está a la vista de todos y mira directo a nuestro corazón. Para Jesús, el recaudador de impuestos era más que eso, era también un alma perdida: alguien que reconoció su necesidad y deseo por encontrar a Dios y a quien no le importó incluso subirse a un árbol sólo para verlo. ¡Hay mucho que aprender y aplicar de esta historia!

  Reflexiona por un momento: ¿Qué harías para buscar al Señor con todo tu corazón? Tal vez no tengas que subirte a un árbol, pero posiblemente, una multitud de circunstancias esté dificultando que veas su rostro. Incluso podrías sentir que no eres suficientemente bueno para estar en su presencia. Sí es así, es mi oración que Dios te dé la certeza de que él hace lo inesperado y te mira incluso antes de que tú anheles verlo a él.

 Ahora, quiero que prestes atención al orden de loas acontecimientos en esta historia. Jesús da el primer paso: lo mira, lo escoge, lo ama y decide quedarse en la casa de Zaqueo. Después, el recaudador de impuestos, responde diciendo que devolverá todo el dinero que ha robado y que donará su riqueza a los pobres. Como puedes ver es el Señor quien toma la iniciativa. Jesús, conociendo todo sobre Zaqueo, decide amarlo primero sin esperar que él ofrezca algo como respuesta. Es por el amor de Jesús que un hombre rechazado por la sociedad, decide cambiar su vida de forma radical.

  La reacción de Zaqueo no es un intento de impresionar a Jesús, es una respuesta genuina a su gracia inmerecida. Esa es la manera en la que el Señor actúa con nosotros. Él no nos pide que nos limpiemos antes de entrar en nuestra vida, simplemente nos escoge, nos ama, y al aceptar su gracia, todo cambia en nuestro interior.

 Jesús te ama, y hoy te mira sin esperar algo extraordinario a cambio, él anhela tu corazón dispuesto a verlo también. El Señor mismo quiere entrar en tu hogar y en tu corazón.

 Hoy, tú tienes la oportunidad de responder de la misma manera en que Zaqueo lo hizo. Abre tu corazón y permite que su gran amor haga su obra en ti. 

 " Cuando Jesús llegó a ese lugar, levantó la vista y le dijo: Zaqueo, apúrate y baja de allí, porque hoy tengo que pasar la noche en tu casa. " (Lucas 19:5).

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La quinta sinfonía de la fe

El Dios que te restaura

El Espíritu Santo da testimonio