La última cena

   Durante esta semana de comidas, almuerzos y picnics, nos hemos relacionado con todo tipo de personas con las que hemos compartido algo en común, además de los alimentos, el deseo de conocer más al Señor. Sin embargo, todo lo que hemos vivido al lado de Jesús y sus discípulos, nos prepararon, tal vez sin saberlo, para este momento la última cena. Esta es la comida más significativa que compartiremos junto al Maestro y sus discípulos en la mesa, así que toma asiento y presta atención a lo que está por suceder.

 La última cena es el acontecimiento que antecede el camino de Jesús hacia la cruz. Sus discípulos están reunidos con él de alguna manera, saben que algo está por suceder esa noche. Mientras el Señor parte el pan y vierte el vino, todos se dan cuenta de que hay algo diferente en este encuentro y que sus presentimientos eran reales: no es sólo una comida entre amigos, sino un momento de profundo significado.

  Es entonces cuando Jesús les revela a sus discípulos que está por morir por los pecados del mundo y luego los invita a recordarlo asociando el pan con su cuerpo y el vino con su sangre. A partir de ese momento y para siempre, unirán su historia con la suya cada vez que se sienten a comer juntos.

 La última cena representa un momento con un profundo significado espiritual a través del cual recibimos de nuevo la gracia de Dios derramada a través de la sangre y el cuerpo de Jesús. Rememorar los últimos momentos del Señor antes de morir, nos hace parte de este acto trascendental en la historia de la humanidad y al mismo tiempo, se convierte en una invitación eterna a participar en la cena compartida entre Jesús y sus amigos.

  ¡Es extraordinario que el Señor haya utilizado algo tan ordinario como una cena entre amigos para conectarnos con él!

  La conmemoración del sacrificio de Jesús por nosotros, contrasta con otras religiones y filosofías en el mundo para las cuales, conocer a Dios implica una experiencia exclusiva a la que no todos tienen acceso. Es maravilloso cómo Jesús toma los elementos más ordinarios y comunes como el pan y el vino en una situación tan cotidiana como lo es una comida, y la convierte en una experiencia profunda con Dios. Al ofrecerse a sí mismo como el centro de nuestra vida, el Señor hace que nuestro recuerdo de él  sea tangible, físico y real.

 El teólogo NT Wright lo expresa de la siguiente manera: "Cuando Jesús mismo quiso explicar a sus discípulos de qué se trataba su muerte, no les dio una teoría , sino una comida." O dicho de otra manera, Jesús no nos pidió que lo recordáramos sólo como una historia bien contada, sino a través de un acto cotidiano común a todos nosotros: una comida.

 Hoy cuando te sientes a la mesa con otras personas, invita a Jesús con una simple oración de gratitud antes de comer. Recuerda que no se trata de un ritual religioso que los creyentes debemos obedecer, es más bien un momento para recibir de nuevo la gracia y la bondad de Dios derramada por nosotros a través de Jesús. Tengo la certeza de que este pequeño acto transformará tu rutina diara en un tiempo de encuentro con el Señor.

  Como dijo el teólogo Peter Leithart: " Cada bocado es un recordatorio de que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Comemos pan, en lugar de simplemente decir palabras, para recordarnos que dependemos de su gracia de nuevo cada día tanto como dependemos de nuestro pan diario. " 


" Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y los apóstoles se sentaron con él. " (Lucas 22:14).

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