¿Qué placer merece la pena perseguir?

     Aunque parezca sorprendente, el autor de Eclesiastés fue uno de los primeros en escribir sobre "sexo, drogas y rock and roll." A lo largo del texto, el autor comparte sus experiencias con "hermosas concubinas", deleitándose con vino y disfrutando la música en vivo. Sin embargo, esos no eran los únicos placeres de los que gozó durante su vida, pues gracias a su fortuna, construyó casas y jardines, se dedicó a sus pasatiempos favoritos, compró esclavos para atender necesidades y acumuló riquezas en ganado y metales preciosos.

  A menos que vivas en el campo, la idea de diseñar jardines y comprar animales puede sonar un poco anticuada para los tiempos modernos, pero en hebreo, la palabra que se utiliza para describir las edificaciones del autor de Eclesiastés es equivalente a "paraíso." El escritor, quien se cree fue el rey Salomón, no sólo estaba haciendo parques bonitos, más bien, estaba persiguiendo una utopía: la de traer el cielo a la tierra y crear un lugar tan perfecto como el paraíso. Tal como nosotros, él también soñaba con una abundancia que nunca se agotara.

  Si tuvieras la oportunidad de construir tu propio paraíso, ¿qué inclurías en él? Quizás un paisaje lleno de montañas, o una playa cristalina en medio de la nada. Imagínate todo lo que harías con la riqueza de Salomón: si lo quisieras, podrías tener un jet privado que te llevara a donde sea. Las posibilidades serían infinitas si todo el dinero no fuera una preocupación cotidiana. Incluso podrías dejar tu trabajo y pasar el resto de tu vida haciendo lo que fuera con quien quisieras. ¡El sueño de todos!

 Muchas personas sueñan con tener lo mejor de su vida, pero lo reducen a bienes materiales. Debemos recordar que lo que Dios ofrece es mejor que los bienes materiales y nada se comparará a eso. Ójala estemos dispuestos a aceptar lo que Dios nos dio en vez de ir tras los bienes de este mundo.

  " Pensé entonces en lo íntimo de mi ser: ¡Anda, que voy a probar lo que es la alegría! ¡ Voy a disfrutar de lo bueno! ¡Pero resultó que también esto es vanidad!" (Eclesiastés 2:1).

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