Revístanse de humildad

      Analicemos juntos el pasaje de hoy.

 Vivimos en una sociedad obsesionada con el reconocimiento público. Pareciera que nuestra razón de ser esta basada en la validación externa, y por tanto es fácil caer en la trampa de esta mentira. De acuerdo a investigaciones recientes, todos los días revisamos nuestro teléfono unas 250 veces en busca de likes, vistas, reacciones y mensajes directos. Hemos convertido los aplausos de los desconocidos en el parámetro más alto para medir nuestro valor, por lo que no es de extrañar que sintamos un cansancio extremo.

 Si esta es tu realidad, llegaste al lugar correcto para aclarar todas tus dudas a la luz de la verdad de Dios. Con ayuda de la Escritura, desafiaremos y expondremos el concepto de éxito que prevalece en el mundo hoy día. También aprenderemos juntos cómo agradar a Dios, y poco a poco, nos desprenderemos del mal hábito de vivir para complacer a los demás.

  Primero que nada, debes saber que todo lo que sucede en nuestro interior tiene un gran impacto en el reino de Dios. En contraposición con la forma en la que funciona nuestra sociedad, el Señor trabaja primero en secreto, para luego mostrar su gloria visiblemente. A medida que conocemos su palabra, experimentamos una transformación interna mediante un proceso lento e invisible en apariencia. Así que al inicio, no todos sabrán que algo está pasando contigo, pero no te preocupes, así trabaja Dios.

En 1 Samuel 16:7, podemos entender mejor cómo somos vistos ante los ojos del Señor: La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. A Jesús no le interesan las fachadas, lo que a él verdaderamente le importa es lo que sucede detrás de escena, en la intimidad.

 Qué contrastante es nuestro Dios, en un mundo que nos anima a mostrar solo la parte linda de nuestra personalidad a través de filtros, opiniones positivas y logros impresionantes. Hoy tenemos la oportunidad de marcar una diferencia significativa y lo mejor de todo es que no vamos solos: somos respaldados por Dios. 

 "Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia." (Colosenses 3:12).

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