Un picnic milagroso

  Esta semana hemos acompañado a Jesús en distintos eventos sociales junto a invitados muy peculiares. Primero lo acompañamos a la casa de Zaqueo, un recaudador de impuestos a quien la multitud detestaba, y luego fuimos invitados a una cena organizada por Mateo a la que asistieron personas con mala reputación. Las criticas hacia el Señor no se hicieron esperar, sin embargo, a pesar de los comentarios negativos, esta no será la primera vez que nos sentamos a la mesa con este tipo de personas. 

 En los próximos días, aprenderemos que para Jesús, las comidas fueron momentos importantes en el desarrollo de su ministerio, pues eran la oportunidad perfecta para mostrar la gracia de Dios. Hoy seremos testigos nuevamente, pero en esta ocasión, su poder se manifestará en un picnic. Bueno... no sé si se le puede llamar así tomando en cuenta que compartiremos nuestra comida ¡con cinco mil personas!

 Haz una pausa para pensar en el tamaño de la multitud que rodeaba a Jesús. Se trataba de una cantidad considerable de personas que se habían reunido para escucharlo. Imagina que tu también estás en ese lugar: al aire libre, bajo el sol, y con un poco de suerte, bajo la sombra de algún árbol, las palabras de Jesús resuenan en el ambiente y su manera de predicar es tan hermosa que has perdido la noción del tiempo.

 Sin embargo, a pesar de que los asistentes están cautivados con el mensaje del Señor, ha llegado la hora de comer. Él estómago de varios comienza a gruñir y los discípulos preocupados, dispersan a la multitud. Ante la falta de comida, el tiempo de la reunión había terminado, pero para Jesús, era una gran oportunidad de mostrar el poder sobrenatural de Dios. Lo que pasó después es historia: cinco mil personas fueron alimentadas con tan sólo cinco panes y dos peces.

 Al estudiar este acontecimiento con mayor atención, descubriremos a través de tres puntos importantes, cómo funciona el reino de Dios.

 En primer lugar, hablemos del sacrificio y la generosidad. Al escuchar a los discípulos conversando sobre la comida, un niño se acerca a ellos dispuesto a darle a Jesús su pequeño almuerzo. Tal vez no nos hemos detenido lo suficiente en esta parte de la historia porque sabemos cómo termina, pero se trata de un acto de sacrificio muy valiente al que Dios responde de inmediato a través de un milagro impresionante. Aprendemos que por medio de un niño, que para el Señor, un corazón dispuesto a entregar lo único que tenemos, es motivo suficiente para que él responda de maneras que sólo podemos soñar o imaginar.

 En segundo lugar, piensa en la gratitud como el punto central en la relación de Jesús con su Padre. Cuando el maestro toma el almuerzo y agradece a Dios por lo que tiene en sus manos, el Señor responde multiplicando la comida. Jesús nos enseña a agradecer lo que tenemos, incluso cuando no nos parece suficiente. ¡Qué díficil es valorar la provisión cuando es escasa!, pero ahí es donde desarrollamos nuestra fe. A pesar de la sequía, agradecer a Dios nos da confianza en que su respuesta no tardará en llegar.

  Finalmente, el reino de Dios se caracteriza por la abundancia que sólo proviene de él. Dios se goza dándonos mucho más de lo necesario, siempre y cuando las motivaciones de nuestro corazón sean las correctas. En esta historia, Jesús no sólo provee la cantidad exacta de comida para alimentar a cinco mil personas, sino que también multiplica los alimentos de tal manera que al final fueron demasiado para los asistentes del picnic: ¡Sobraron doce canastas!

 Así es la generosidad de Dios. Ahora, trae a tu mente la sensación que te provoca el sabor, la textura y el olor de tus alimentos favoritos. Si lo piensas un poco, bastaría con pan y agua para sustentar el hambre. Sin embargo, Dios, en su extrema bondad y en su capacidad creativa, nos regaló la oportunidad de descubrir nuevas preparaciones, de mezclar ingredientes y de convertir nuestros alimentos en un acto placentero.

 Cada comida es una oportunidad para recibir la provisión abundante y generosa de Dios con gratitud.

 Reflexiona hoy en cómo podrías crecer en la práctica del agradecimiento. Quizás tú o tu familia podrían apartar un momento para orar antes del almuerzo durante esta semana.

 Si Jesús nos acompaña, el tiempo para comer sigue teniendo la misma trascendencia que tuvo en ese picnic sobrenatural. Invita al Señor a sentarse a la mesa contigo y comparte generosamente con los demás que él te ha dado.

   "Jesús tomó aquellos panes, y luego de dar gracias los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados. Esto mismo hizo con los pescados, y les dio cuánto querían." (Juan 6:11).

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