De huérfanos a hijos de Dios

  Sin duda, uno de los mayores anhelos de nuestro corazón es pertenecer y sentirnos amados, ¿verdad? Este aspecto es tan importante que incluso, ha sido estudiado por la ciencia. El psicólogo estadounidense Abraham Maslow identificó el anhelo de "amor" y "pertenencia" como una parte fundamental de nuestra vida en su famosa pirámide conocida como "jerarquía de las necesidades humanas."

 Vivimos en un mundo conectado que, paradójicamente, muchas veces nos hace sentir solos y llenos de incertidumbre, y es precisamente por eso, que el mensaje de la Navidad es poderoso, pues no solo nos recuerda del amor incondicional de Dios, sino que nos anima a celebrar nuestra nueva identidad en él. ¡Hemos dejado de ser huérfanos para convertirnos en hijos de Dios!

  Jesús vino para salvarnos pero también para ofrecernos un lugar en su familia. Cuando el apóstol Juan nos dice que quienes creen en el Señor se convierten en hijos de Dios, nos regala una promesa profunda: a través de Jesús, Dios nos elige para que le pertenezcamos.

 Celebramos su amor en esta Navidad porque Él nos permite ser parte de su familia. Él no nada vino a salvarnos, sino a invitarnos a ser parte de su familia. Él es nuestro amigo y nuestro Padre.

 " Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. " (Juan 1:12-13).

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