De la esperanza a la redención
Aunque la Escritura ofrece pocos detalles sobre la vida de Ana, el Evangelio de Lucas nos revela lo suficiente sobre ella para saber que era una mujer extraordinaria. A pesar de haber perdido a su esposo poco después de casarse, nunca permitió que la amargura llenara su corazón. En lugar de eso, ella eligió buscar más a Dios. Su vida fue un reflejo de la esperanza, una esperanza que se sostenía en algo mucho más profundo que sus circunstancias.
La Biblia nos relata que Ana se mantenía en el templo día y noche adorando a Dios con ayunos y oraciones. Su corazón estaba firmemente anclado en la certeza de que el Señor cumpliría su voluntad. Al ver al niño Jesús en el templo, Ana supo que sus ojos contemplaban al Salvador prometido, la respuesta cargada en sus oraciones durante años.
A veces la vida es díficil, pero hay que tener la esperanza de que Dios cumplirá sus promesas en nuestra vida y así anunciaremos lo que Él ha hecho en nosotros.
"En ese mismo instante Ana se presentó, y dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
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