El burro y el trono

   Si alguna vez has estado en un concierto, seguramente notaste que los artistas preparan una entrada triunfal. Su aparición está llena de luces, efectos especiales y los gritos del público corean su nombre. Incluso en deportes como en la lucha libre, los competidores hacen su entrada con estilo, buscando impresionar y hasta intimidar a sus rivales.

 Es cierto, la primera impresión importa. Y generalmente, cuanto más famosa es una persona, más impactante suele ser su llegada.

 Sin embargo, el pasaje de hoy nos revela un momento en la vida de Jesús que desafía nuestras ideas sobre Dios. A pesar de ser la figura más trascendental e importante que haya pisado sobre la tierra, su realeza sorprendentemente humilde es diferente a la de cualquier otro. Desde su nacimiento hasta su muerte, Jesús vino a cambiar nuestra manera de ver las cosas. Recordemos que nació de manera sencilla, en el silencio de un establo y rodeado de personas comunes, la cual ya nos dice mucho sobre su carácter humilde.

 El pasaje de hoy es una profecía de Zacarías que se cumple cuando Jesús entra en Jerusalén. La ciudad, así como el público en un concierto, está llena de personas que esperan a alguien especial. Saben que verán al Mesías y están listos para sorprenderse, hasta que de pronto, aparece Jesús montado en un burro.

 Jesús entro de una manera sencilla a diferencia de los reyes de este mundo que usan caballos y ejércitos de guerra. Él nos muestra cómo ser sencillos y renunciar a nuestros privilegios.

  " ¡Llénate de alegría, hija de Sión!¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén ! Mira que tu rey viene a ti, justo y salvador y humilde, y montado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de asna. " (Zacarías 9:9).

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