La oración de Ana
La historia de Ana es una de las más conocidas de mujeres llenas de fe que la Escritura menciona. Su anhelo por tener un hijo y el díficil período de la espera han llevado a muchas personas a leer detenidamente estas páginas para hallar esperanza y consuelo.
Ana llevó sus anhelos y su dolor directamente delante de Dios en oración. Ella fue a la casa del Señor para pedir un hijo, y en el pasaje de hoy, Ana alaba a Dios por el hijo que tiene en su vientre (versículos 1 y 2). Este hijo crecería y cambiaría el mundo.
Samuel fue consagrado a Dios y se convirtió en uno de los profetas más importantes de Israel y en un juez justo. Fue también quien, años más tarde, ungió a David como rey. Y del linaje de David vendría Jesucristo. De hecho, muchos están de acuerdo en que el último versículo de la poderosa oración de Ana es una profecía específica sobre Jesús: "El Señor... fortalecerá a su rey y enaltecerá el poder de su ungido..." (versículo 10).
A pesar de que a veces es díficil ver y entender lo que Dios está haciendo y el por qué las respuestas a nuestros anhelos más profundos tardan tanto, podemos tener la confianza de que él escucha nuestras oraciones y está obrando. Él nos invita a ir ante su presencia y presentarle el anhelo de nuestro corazón, nuestro dolor, nuestros deseos y nuestros quebrantos. Él nunca nos rechazará, ni menospreciará nuestras luchas. Dios es completamente digno de confianza, él es amoroso y bondadoso.
"En su oración, Ana dijo: En ti, Señor, mi corazón se regocija; en tu nombre, mi fuerza es mayor. Ahora puedo burlarme de mis enemigos porque me regocijo en tu salvación. " (1 Samuel 2:1).
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