La oración de David por liberación
Así como demostró el salmista en el pasaje de hoy, como creyentes, es fácil perder la esperanza. Miramos a nuestro alrededor, al mundo que nos rodea y vemos la decadencia espiritual de nuestra sociedad. Leemos las noticias y vemos en el dolor en el corazón de las personas por todas partes del mundo. Parece que las dificultades y los problemas nos cercan por todos lados.
El rey David pasó por una de las situaciones más díficiles que alguien puede experimentar en la vida. Su propio hijo se había marchado a Jerusalén para reclamar el reino para sí mismo. Al verse incapaz de defender la ciudad, David se vio obligado a huir con su fiel ejército. Mientras él se agobiaba por su situación, podía oír los rumores de las personas diciendo: "Dios no lo salvará."
¿Sería eso verdad? ¿Había David llegado a un punto en su vida en que hasta el mismo Dios le daría la espalda? ¡Por supuesto que no! Su fe fue vista claramente en la forma en la que él clamó a Dios: "Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza!" David se consolaba al pensar en estas verdades. De hecho, él se acostó y durmió, porque el Señor lo sostenía. Aun si un ejército se levantara en armas contra él, David confiaría en Dios.
La pregunta de hoy es: ¿Podemos afirmar que tenemos la misma confianza audaz que David? Cuando somos golpeados por todos lados, ¿nos desesperamos y desistimos? o ¿confiamos con todo nuestro corazón en el Dios que nunca fallará?
David había vivido muchos años en la presencia del Señor. Él había sido perseguido por todos lados, pero Dios siempre fue fiel y nunca lo abandonó. Incluso la esperanza de David no reposaba en sí mismo, ni siquiera en la fuerza de su ejército. Su esperanza reposaba solamente en Dios.
"Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos! Son muchos los que me atacan, son muchos los que me dicen que tú no vendrás en mi ayuda. Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo; eres mi orgullo, el que sostiene mi vida." (Salmo 3:1-3).
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