Un romano al pie de la cruz
Hoy es Viernes Santo. Un día solemne en el calendario cristiano. Un día que nos detiene. Un día que nos invita a mirar la cruz.
Hoy recordamos el día más oscuro de la historia: Jesús en la cruz. El cielo se cubrió de tinieblas, la tierra tembló, el aire se volvió pesado debido al silencio de Dios. Y en medio de la agonía, la voz de nuestro Salvador resonó como un clamor desgarrador: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?".
El peso del pecado de la humanidad lo aplastó, separándolo del Padre por primera vez, rompiendo la intimidad con él. Esa separación nos correspondía a nosotros, pero él la tomó en nuestro lugar.
Este momento responde a una pregunta que muchos de nosotros nos hacemos: ¿Dios realmente me ama? La respuesta es clara. ¡Sí! Por supuesto que sí, él te ama tanto que dio la vida por ti.
En aquel Viernes Santo, en medio de un hecho trascendental para la humanidad, podríamos pensar que la multitud estaría sobrecogida, llena de reverencia y gratitud. Después de todo, el pecado de la humanidad estaba siendo enfrentado. Sin embargo, la mayoría no lo vio así. Jesús proclamó: Consumado es.
Pero en medio de todo esto, un centurión romano reconoció que Jesús era en verdad el Hijo de Dios. Y de eso se trata este día, de ver a la cruz y reconocer que Jesús es en verdad el Hijo de Dios.
" y el centurión que estaba frente a él, al verlo morir así, dijo: En verdad, este hombre era Hijo de Dios." (Marcos 15:39).
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