Un sueño de inocencia
Como una figura que emerge lentamente entre la niebla, la verdadera identidad de Jesús y la grandeza de su misión se revelan con mayor claridad cuanto más nos acercamos. Con frecuencia, los detalles más profundos de su mensaje redentor aparecen en momentos inesperados y a través de mensajeros sorprendentes. A cada paso, la mano poderosa de Dios se hace evidente.
Hasta ahora, hemos conocido a un extraño devoto que profetizó sobre la vida de Jesús, a una mujer que ungió su cuerpo como señal anticipada de su sepultura y a un sumo sacerdote que, sin saberlo, reveló el propósito de su sacrificio. El evangelio resplandece incluso a través de quienes menos esperamos.
Hoy, en Jueves Santo, nos acercamos al momento crucial de la muerte de Jesús: un día marcado por la Última Cena y la agonía en Getsemaní. Sin embargo, nuestro enfoque se traslada a una escena posterior, cargada de tensión: el juicio público de Cristo ante Poncio Pilato. En este ambiente de incertidumbre, surge un mensajero inesperado: la esposa de Pilato.
Apareciendo sólo una vez en la Escritura, ella entrega un mensaje inquietante: " No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño" (versículo 19).
Con una sola frase, ella pone a Pilato frente a una verdad innegable: el hombre que estás a punto de condenar es inocente. Pero sus palabras revelan más allá de lo que ella misma comprende. Jesús no solo era inocente de los cargos en su contra; él jamás había pecado. Y, aún así, estaba cargando sobre sí la culpa del mundo entero. Más tarde, Pedro lo confimaría al citar a Isaías: "Él nunca cometió pecado, ni hubo engaño en su boca" (1 Pedro 2:22).
" Mientras él estaba sentado en el tribunal, su mujer mandó a decirle: No tengas nada que ver con ese justo, pues por causa de él hoy he tenido un sueño terrible." (Mateo 27:19).
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