Un susurro de desamparo

   La soledad es una de las luchas más profundas de nuestra generación. Aunque vivimos en una era donde la conectividad digital nos permite estar en contacto con personas en cualquier parte del mundo, muchos de nosotros nos sentimos más aislados que nunca. Podemos tener miles de seguidores en redes sociales, estar en múltiples grupos de WhatsApp y recibir innumerables mensajes al día, pero, en el fondo, seguimos anhelando ser realmente conocidos  y comprendidos.

 Tal vez hoy sientas el peso de la soledad. Quizás tienes muchas personas a tu alrededor, pero te preguntas si realmente te conocen. Te has detenido a analizar si tu sensación de aislamiento no tiene que ver con la falta de amigos, sino con el silencio de Dios. A veces, la mayor soledad no es la ausencia de relaciones, sino la sensación de que él está distante.

 Si alguna vez has sentido que Dios te ha abandonado, el pasaje de hoy te hablará de manera profunda.

  El Salmo 22 es un clamor desgarrador. David, el hombre conforme al corazón de Dios, comienza el primer versículo con un grito de angustia que resuena a lo largo de la historia: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

 David no oculta su dolor ni lo disfraza con palabras bonitas. Él se muestra completamente honesto con Dios, enseñándonos que es seguro llevar nuestras emociones más profundas a Dios. 

 Haz una pausa y responde en tu corazón: ¿He sido honesto con Dios sobre lo que siento?, ¿le he dicho lo que realmente hay en mi corazón en medio de mi sufrimiento? 

 El Salmo 22 va más allá de las palabras de David. Siglos después, alguien más pronuncio estas mismas palabras en el momento más oscuro de su vida. Desde la cruz, Jesús clamó con voz fuerte: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

  Este eco entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es asombroso, ya que nos muestra que el sufrimiento de David no quedó en el pasado, sino que anunciaba lo que Jesús viviría en la cruz. Cristo experimentó el abandono para que tú y yo nunca tengamos que hacerlo. Sólo saber que Dios esta cerca nos puede quitar la sensación de soledad. 

 " Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos, y no vienes a salvarme? ¿Por qué no atiendes a mi clamor?" (Salmo 22:1).

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