Una profecía fortuita

  Mark Twain, el famoso escritor y humorista estadounidense, nació el mismo año en que el cometa Halley iluminó el cielo. Para él, esto siempre fue un símbolo curioso. En 1909, él bromeó diciendo: "Llegué con el cometa Halley en 1835. Volverá el próximo año, y espero irme con él." Lo sorprendente es que su comentario, pensado sólo como una broma, terminó convirtiéndose en una predicción exacta. Twain falleció el 21 de abril de 1910, justo cuando el cometa Halley reapareció.

  Este episodio nos recuerda algo importante: a veces, nuestras palabras pueden decir mucho más de lo que imaginamos.

  En la Biblia, encontramos un caso similar con Caifás, el sumo sacerdote de la época de Jesús, y quien estaba decidido a mantener el orden establecido. Alarmado por las enseñanzas radicales de Jesús, sus milagros y su creciente popularidad, Caifás ideó lo que consideró una solución políticamente estratégica: eliminar a Jesús antes de que Roma interviniera. En su propuesta fría y calculada, él afirmó: " No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación."

 Aunque Caifás habló desde una lógica pragmática, sus palabras contenían una verdad mucho más profunda. Sin saberlo, él proclamó el corazón del evangelio: la muerte de Jesús no sería una estrategia política, sino el sacrificio supremo para la salvación de la humanidad. Su declaración, concebida como una maniobra política, se transformó en una poderosa profecía sobre la muerte de Cristo en la cruz por nuestros pecados. 

 Sin embargo, aquel momento no fue fruto del azar, al menos no desde la perspectiva de Dios. Según el versículo 51 del pasaje de hoy, Caifás afirma que "esto no lo dijo por su propia cuenta." Aunque él no lo entendiera, el Espíritu Santo estaba obrando a través de sus palabras, revelando un mensaje más grande que su propia intención.

  Aunque no sepamos todas las cosas, Dios sigue obrando a través de ellas. Aunque las intenciones de la gente no siempre sean buenas, Dios seguirá cumpliendo sus propósitos a pesar de eso.

 " Uno de ellos, Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo: Ustedes no saben nada, ni se dan cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. " (Juan 11:49-50).

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