Brilla aunque no hablen de ti
¿Alguna vez alguien hizo algo tan bueno, o tan hiriente, que aún lo recuerdas años después? Las palabras se olvidan, pero las acciones, permanecen.
Ayer reflexionamos sobre el poder de hablar de nuestra fe. Hoy, en cambio, Jesús nos lleva a algo más profundo: vivirla. Porque una fe que solo habla, pero no ama, no convence. Y una fe que no se ve, no transforma.
Jesús nos llamo "sal de la tierra" y "luz del mundo." Es decir: no estamos aquí para mezclarnos sin sabor, ni para escondernos bajo una lámpara. Nuestra misión es clara: vivir de tal manera que otros vean algo distinto... y deseen conocer al Dios que lo hace posible.
El versículo 16 del pasaje de hoy dice: " Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos vean las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo."
Es importante aclarar que no se trata de hacer obras para ser vistos. Se trata de vivir como si Dios estuviera en cada paso, porque lo está. Tus gestos cotidianos, tu generosidad, tu actitud bajo presión, tu capacidad de perdonar... todo eso es una predicación silenciosa.
El apóstol Pedro lo expresó así: " Vivan de manera ejemplar entre los no creyentes... para que al ver sus buenas obras, glorifiquen a Dios" (1 Pedro 2:12).
Esto no significa ser perfectos, sino disponibles. Una fe visible no nace del esfuerzo por "quedar bien", sino del deseo sincero de reflejar a Cristo en lo ordinario: en tu trabajo, en el tráfico, en una discusión familiar, en una fila larga.
" De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos. " (Mateo 5:16).
Comentarios
Publicar un comentario