Esperar en el Señor

  Ya sea en un embotellamiento en la autopista, en una fila en el mostrador, o la espera angustiosa de recibir una respuesta deseada, es un hecho, a nadie le gusta esperar. En nuestra sociedad saturada de medios de comunicación, información y cultura digital, la espera puede considerarse una actividad innecesaria e increíblemente negativa que estamos obligados a soportar y en la que debemos participar.

 En cuestión de segundos, podemos recortar, ajustar y subir una imagen que deseamos proyectar al mundo, pero cuando se trata de temporadas de espera, no podemos acelerar ni adelantar el proceso para llegar al destino deseado o celebrar nuestro resultado preferido.

  Escrito en luces brillantes, resplandeciendo en la valla publicitaria de cada mente está la frase: " Puedes tenerlo ahora, no necesitas esperar. ¡Tómalo ya!" Sin embargo, este mensaje es engañoso y altamente destructivo, ya que influye y condiciona nuestros propios deseos, necesidades y expectativas.

 Por eso, el profeta con ojos de águila, Isaías, que profetizó alrededor de 700 años antes del nacimiento de Cristo, desafió nuestro marco de referencia en relación a temporadas prolongadas de espera, y cuando sentimos que estas temporadas se están convirtiendo en un elemento permanente en nuestra vida, él escribe en el versículo 4:

  "Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían." Otra versión dice: "en él esperan."

   Al entender el contexto de este versículo, llegamos a comprender que la nación de Israel estaba en el exilio, anhelando y esperando regresar a su amada Jerusalén, después de sufrir el cautiverio babilónico. Era un pueblo desesperado que esperaba a su Mesías para que los redimiera de sus apuros y problemas.

  "Nunca antes hubo oídos que lo oyeran ni ojos que lo vieran, ni nadie supo de un Dios, que como tú, actuara en favor de aquellos que en él confían. " (Isaías 64:4). 

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