Tu cuerpo predica
Compartir tu fe no se limita sólo a palabras ni a actos de servicio. Es algo que abarca la totalidad de tu existencia. Como discípulos de Cristo, cada aspecto de nuestra vida: nuestra mente, nuestras relaciones y nuestras decisiones, está llamado a reflejar al Dios que habita en nosotros, incluso ha hecho de nuestro cuerpo el templo de su Espíritu Santo.
¡Sí!, tu cuerpo también predica. No con sermones, sino con elecciones, y esas elecciones cuentan una historia: pueden revelar belleza, honra y obediencia al Creador; o pueden reflejar confusión, ruptura y olvido de lo sagrado.
Pablo lo dice con una contundencia casi desconcertante en el pasaje de hoy: "¿No saben que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"
¡ Que afirmación tan poderosa! No eres un simple recipiente vacío, ni un envoltorio sin valor. Eres templo, un santuario viviente, un lugar de encuentro entre el cielo y la tierra.
En la antiguedad, los templos eran símbolos visibles de lo divino. Piensa en estructuras como Angkor Wat, el Partenón, Chichén Itzá... Majestuosas, impactantes, construidas para honrar la grandeza de un dios. Pero Pablo dice que tú, sí, tú, fuiste creado con un propósito aún mayor: reflejar al Dios verdadero.
"¿No saben que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ustedes son ese templo." (1 Corintios 3:16-17).
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