Un silencio ensordecedor
Cuando Dios guarda silencio, nunca es fácil. En contraposición al continuo afán de la Semana Santa, el sábado es un día de calma y quietud desconcertante. No sólo se trataba del sabbat judío, un día de reposo colectivo, sino que también era el día en que Jesús, la luz del mundo, yacía inmóvil y silencioso en una tumba oscura y fría. El Sábado Santo marca ese momento de quietud, a veces confuso, que se encuentra entre la angustia y la alegría. Es una estrecha frontera entre la desolación y la esperanza. Por tanto, incluso hoy, es una oportunidad para detenernos y reflexionar sobre nuestra propia vida. Incluso la Escritura guarda silencio en el Sábado Santo. La única referencia significativa del tiempo entre la muerte y la resurrección de Cristo se encuentra en el capítulo 27 de Mateo. En el pasaje de hoy se percibe algo de nerviosismo en la élite religiosa. Había algo en el aire- algo sobre este Jesús- que susurraba al mundo: "esto aún no ha terminado." Esto se encu