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Mostrando las entradas de abril, 2024

Convierte a Dios en protagonista

   En días anteriores hablamos sobre lo peligroso que resulta basar nuestra identidad en las opiniones y palabras de los demás. Si permitimos que nuestro valor esté determinado por lo que la gente piensa de nosotros será imposible vivir y tener una correcta y saludable identidad. En cambio, si creemos con todo nuestro corazón en la identidad que Dios nos da, viviremos como sus hijos amados y elegidos, seguros de quienes somos y libres para ser y hacer su voluntad.  Vivir de acuerdo a lo que Dios dice de nosotros no siempre es una tarea fácil. Tal vez te preguntaras: ¿cómo podemos aprender a dar prioridad a su voz sin importar las opiniones de los demás? ¿Cómo basar nuestra identidad en Dios sin importar nada más?  Hay una forma de hacerlo que nunca falla, tenemos que anclar nuestra vida en la palabra de Dios. Sin una base sólida, seremos arrastrados fácilmente por todo aquello que insiste en alejarnos de lo que Dios dice que somos.   El pasaje de hoy habla precisamente del "temor

Quien mejor te conoce, más te quiere

     A lo largo de todo este mes hemos analizado una de las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién soy?      Durante las tres últimas semanas estudiamos algunas de las repuestas que ofrece la Biblia a esta pregunta. Por otro lado, expusimos algunas de las mentiras que podemos llegar a creer sobre nosotros mismos.    Continuaremos esclareciendo algunas de las mentiras que atentan contra nuestra identidad. Hoy nos enfocaremos en : "Soy lo que los demás dicen o piensan de mí."  La opinión de las personas puede ser un factor determinante en la construcción de nuestra identidad. Es muy fácil creer en lo que otros dicen o piensan de nosotros. Sin embargo, la realidad es que basar nuestra identidad en las opiniones de los demás nos dejará en un terreno inestable.   Cuando nuestra popularidad crece, sentimos que nuestra autoestima y sensación de valor aumentan, pero cuando alguien nos desprecia, nos crítica o es poco amable con nosotros, el valor que nos damos puede resquebraja

La obra de Dios

    El tiempo que pasamos en la presencia de Dios siempre es muy valioso. Él está aquí, y está contento de que hayas elegido pasar este momento con él.   A lo largo de estas semanas hemos estudiado la identidad que Dios nos ha dado. Ayer hablamos de "Soy lo que hago" y aprendimos que aunque el mundo nos dice que somos valiosos e importantes debido a los ascensos y el éxito personal, la Biblia dice algo diferente.  La palabra de Dios nos dice que nuestro valor no depende de lo que hagamos sino de nuestra posición como hijos de Dios.  Si realmente podemos basar nuestra identidad en Cristo, evitamos gran parte del estrés y la ansiedad que se deriva de nuestra vida laboral. Como dice el pastor Tim Keller: "Si nuestra identidad proviene de nuestro trabajo, en lugar de Cristo, el éxito se nos subirá a la cabeza y el fracaso se nos quedará en el corazón."  Nuestra identidad en Cristo no proviene de lo que hacemos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. La victoria de J

Salvados por gracia

    A lo largo de estas semanas nos hemos propuesto analizar la identidad que Dios nos ha dado. La Biblia ofrece un mensaje muy claro sobre quién eres. Formas parte de la familia celestial y por lo tanto eres conocido, amado, digno y escogido por Dios. Sin embargo, estas verdades pueden ser díficiles de creer o incluso de escuchar en la cultura actual, que insiste en definir tu identidad en lo que tienes, dices o haces.  Hoy nos enfocaremos en exponer otra mentira que solemos creer: "Soy lo que hago."  Te ha pasado que, cuando vas a una reunión social la pregunta que siempre hacen para conocer más de ti no es "¿quién eres?" sino "¿ a qué te dedicas?" . Muchas personas consideran que estas dos preguntas describen tu identidad en su totalidad, es como leer tu hoja de vida.  Vivimos en un mundo que gira en torno al éxito profesional y material. La mentira que fácilmente se inmiscuye en nuestro corazón es que cuando más alto subimos en la escala corporativa, m

Invertir en el tesoro celestial

     Este tiempo lo vamos a dedicar a estar en la presencia de Dios y va a ser de mucha bendición. En estos días hemos explorado la identidad que tenemos en Dios. Aunque la Biblia tiene un mensaje claro para hablarnos de quiénes somos y cuál es nuestro valor, sabemos que también estamos expuestos todos los días a los mensajes y a las mentiras del mundo que nos dicen todo lo contrario. Esta semana nos hemos propuesto exponer algunas de las mentiras que quizás hayamos creído sobre nuestra identidad.     Ayer abordamos la mentira: "Soy lo que tengo." Reflexionamos sobre el poder del dinero y las posesiones materiales ejercen sobre nuestro corazón y autoestima, y también recordamos que tu valor no se encuentra en las posesiones, sino en la posición que tienes como hijo de Dios.   Gálatas 4:7 nos recuerda que : "... ya no eres esclavo, sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero."    Eres hijo de Dios y por tanto eres precioso y amado ante sus ojos. Es

Nadie puede servir a dos señores

    Las últimas semanas exploramos la verdadera identidad que tenemos en Dios y hoy expondremos una de las mentiras que hemos creído sobre nosotros mismos: "Soy lo que tengo."   Esta mentira surge de la idea de que, acumular más cosas nos brinda mayor seguridad. Es decir, nuestras posesiones se convierten en símbolos de estatus, mostrando a otros la imagen que queremos proyectar. El dinero, la ropa o los autos no son un problema en sí mismos, pero cuando pasan de ser algo que apreciamos o disfrutamos a ser algo que nos define, simplemente caemos en la trampa de las posesiones.  En lugar de que nuestras posesiones nos sirvan y nos bendigan, resulta que se han convertido en nuestro amo. Son la fuerza que nos impulsa y controla nuestras acciones y decisiones.  Podemos pasarnos la vida intentando compulsivamente acumular más, más y más cosas con la esperanza de que nos hagan sentir apreciados, seguros o valiosos. Sin embargo, mientras más persigamos las posesiones materiales, la

5 mentiras que solemos creer sobre nuestra identidad

  ¡Un gusto poder empezar este devocional! Hay que recordar que sin importar las circunstancias por la que estés atravesando, dedicar un tiempo para buscar la presencia de Dios nunca es un tiempo perdido, al contrario, es algo muy beneficioso para tu bienestar.  A lo largo de estas semanas, hemos explorado una de las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién soy?  Esta interrogante nos ha acompañado en el transcurso de nuestra existencia como música de fondo. Nos sigue a todas partes y a menudo nos encontramos frustrados al tratar de resolverla por nuestra cuenta.  En las últimas dos semanas, hemos analizado algunas respuestas que la Biblia nos da a esta pregunta. Sin embargo, todos sabemos lo díficil que puede ser aplicar esas verdades en nuestra vida diaria.  A veces parece que la Biblia nos susurra quienes somos, ¡pero el mundo nos grita todo lo contrario!  Por ello, esta semana seremos muy prácticos y expondremos algunas de las mentiras sobre nuestra identidad con las que somos

El Dios que te restaura

  En la Biblia, pocas historias sobre identidad son tan conmovedoras como cuando Jesús restauró a Pedro. Después de años de caminar con Jesús de primera mano, su discípulo falló de forma humillante en un momento crucial. Con Jesús abandonado y bajo custodia, Pedro dijo que no conocía a su Salvador por ¡tres veces! Fueron instantes estremecedores de negación y traición. Pedro se había desmoronado.  Sin embargo, gracias a Jesús, este gran fracaso se transformó en una asombrosa imagen de renovación.  El pasaje de hoy contiene uno de los momentos más sorprendentes y emotivos de todo el ministerio de Cristo. Pedro, un hombre fracasado y roto, es levantado, perdonado radicalmente y luego comisionado para asumir uno de los llamados más críticos de Jesús: La fundación de la iglesia del Nuevo Testamento.  Las repeticiones de Jesús: "¿me amas?" desarman y revierten cada una de las trágicas negaciones de Pedro. Es un episodio profundo, rebosante del sobrecogedor amor de Dios.  Las marav

El Dios que habla a tu futuro

   Déjame plantearte una pregunta sencilla. Cuando te encuentras frente al espejo, ¿qué ves?¿ Qué emociones te despierta la persona que te devuelve la mirada?   Ahora, reflexiona un poco más. ¿Alguna vez has considerado cómo se compara esto con lo que Dios ve y cómo se siente al mirarte?  Ahora, centrémonos en Gedeón, el protagonista de hoy. Aunque inicialmente se muestra como un hombre profundamente inseguro y algo temeroso o cobarde, lo encontramos escondido y refugiado en un lagar, evitando a sus enemigos. Evidentemente, él no tenía una buena opinión de sí mismo. Gedeón le dice a Dios: "Mi clan es el débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia."   Cuando Gedeón se miró al espejo, claramente no vio mucho valor en sí mismo. Vio a alguien que era "el más débil y posiblemente, el peor"; alguien que tenía poco que ofrecer. Él estaba lleno de preguntas y dudad. "¿Por qué nos ha pasado todo esto? ¿Cómo voy a salvar a Israel?"  La

El Dios que quita tu verguenza

    Hoy continuaremos profundizando en la identidad que Dios nos ha dado. A medida que nos sumergimos en las historias bíblicas, observaremos cómo Dios interviene fielmente en todo aquello que se refiere a temas de nuestra identidad y nos guía con amor para resolverlos.   Hoy, vamos a adentrarnos en el dramático mundo de Oseas y su esposa, Gomer.   Por un momento, imagina que posees una valiosa reliquia familiar. Es tu posesión más preciada, tal vez es un collar de diamantes, un reloj muy cotizado o un jarrón antiguo. Ahora imagina que, por causas ajenas a tu voluntad, esta reliquia se pierde y acaba en una casa de empeños. Te arrancan de las manos lo que amas y lo ponen a la venta.  Algo tan preciado y personal, ahora abaratado de forma devastadora y ofrecido al mejor postor. Así que decides actuar.  A pesar de que la reliquia era de tu familia desde el principio, reúnes con esfuerzo los recursos para comprarla de nuevo. Aunque injusto, haces el doloroso sacrificio. Devuelves el objet

El Dios que te llama por tu nombre

     Hoy nos enfocaremos en la vida de un personaje bíblico lleno de intriga y complejidad: Jacob.     Pocos personajes bíblicos lucharon con su identidad como Jacob. Su historia es famosa por su astucia, ya que se desarrolla como un tejido desordenado de engaño, ambición y confusión. Jacob engañó a su hermano, le mintió a su padre, huyó de sus problemas y trabajó para un hombre que lo estafó.   De hecho, su propio nombre significa "engañador", y sin duda hizo honor a su nombre. Jacob fue perseguido por la sombra de su hermano mayor Esaú. Se pasó la vida manipulando y engañando para poder buscar poder e identidad al margen de su hermano. Con sus esfuerzos, consiguió riquezas y familia, pero lamentablemente,  perdió la paz en el proceso.    Jacob era un hombre confuso, destrozado y le aterrorizaba la idea de volver a ver a su hermano. Pero es justo en ese momento de crisis en donde Dios sale a su encuentro. Dios no espera a que Jacob resuelva sus problemas por sí mismo. En lug

El Dios que ve

   Es reconfortante saber que empezamos una nueva semana, nuevos planes, nuevos desafíos, pero de la mano de Dios. Estoy muy expectante de lo que Dios hará en ti y a través de ti durante estos próximos siete días.  No sé tú, pero yo en muchas ocasiones me he sentido rechazado, menospreciado, ignorado e incluso excluido. Sin embargo, he llegado a comprender que no soy el único en sentirme así, y que definitivamente no estoy solo en esto.  En el pasaje de hoy, Agar probablemente sintió estos sentimientos dolorosos. Abrumada por la confusión y la desesperación, su identidad estaba en crisis.  Agar, que había sido arrancada de su vida egipcia y esclavizada, siguió fielmente a Abram y a su esposa Sarai por el desierto durante años. Cuando Sarai fue incapaz de dar a luz, la ofreció a Abram en su lugar, y la dejó embarazada de su primógenito.  Sin embargo, en vez de ser celebrada por gestar al hijo de Abram, Agar fue rechazada por ello. La noticia del nacimiento trajo tensión a la familia, lo

Eternamente suyos

    El pasaje de hoy es hermoso para meditar mientras la semana llega a su fin. Es tan solo un versículo pero es asombrosamente sencillo y bastante profundo. Permítemelo leerlo neuvamente: "Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado."   Esta es una articulación maravillosa de cómo podemos entender la identidad que Dios nos ha dado. En un contexto cultural que suele confundirnos, este versículo es nuestra hoja de ruta en el laberinto.  Cabe resaltar que este versículo tiene una suave pero lógica secuencia del texto: Reconoce que el Señor es Dios. Él te hizo y eres suyo.  Permíteme explicarte más: Primero, "Reconozcan que el Señor es Dios."  Esto es un profundo conocimiento de que Dios es Dios, de que él es soberano y está por encima de todo. Esta es una de las convicciones más transformadoras de la vida. Cuando recordamos que es Dios quien lleva las riendas de nuestra vida y no nosotros, nuestro corazón se llena d

De huérfanos a adoptados

  Hoy reflexionaremos sobre lo que significa ser adoptados en la familia de Dios. El ex jugador de la NFL Tim Tebow dijo una vez: " Cuando tu identidad se encuentra en Cristo, tu identidad nunca cambia. Siempre eres hijo de Dios." Tebow comprendió la verdad que marca la diferencia.  Saber que perteneces a la familia de Dios es el distintivo de identidad más sólido que puedes tener en este planeta. Es mejor que cualquier cosa que este mundo puede ofrecer, y es una realidad para ti, hoy. Eres un hijo y elegido de Dios; esto significa que estás a salvo completamente en él.  Nuestro Padre celestial nos ama tanto que, sin necesidad de alguna presión, nos amó y lo dio todo por nosotros. Aquel día, el cambió mi nombre y hoy sé que pertenezco a la familia celestial de Cristo Jesús. La adopción es una imagen poderosa y emotiva, y se utiliza repetidamente a lo largo de la Biblia como un aspecto profundo y personal. Es un acto deliberado. Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, tú y

Hecho a su imagen y semejanza

   En 1979, se desenterró una estatua de dos metros de altura de un hombre barbudo en el yacimiento de Tell Fakhariyeh, en Siria. La estatua, con una larga vestimenta envuelta, tenía las manos fuertemente unidas a la cintura. Era sin duda un miembro de la realeza. La estatua era del siglo IX a.C. y representaba a un rey, un miembro de la clase dirigente asiria.   Pero, hay un giro fascinante en este descubrimiento, la estatua tenía una inscripción bilingue. En dicha inscripción en arameo destacan dos palabras. La estatua se describe a sí misma como " imagen" y "semejanza" del gobernante original, las mismas palabras utilizadas en el pasaje de hoy para describir nuestra relación con Dios.  La estatua fue- según sus propias palabras- hecha a imagen del rey. Fue tallada a propósito para representar y reflejar al soberano real que la encargó; una extensión tangible de su gobierno y dominio. Es un fragmento apasionante del contexto antiguo.  Esta estatua puede ayudarnos

Encontrar tu auténtico yo

     ¿Te has fijado que las redes sociales están llenas de consejos de autoayuda? Estos van desde como encontrarse a uno mismo, el autodescubrimiento y sus beneficios, hasta la autorrealización y su impacto en la salud emocional. Como ves los títulos son muy variados y por supuesto los consejos prácticos están a la orden del día, nos dicen que debemos meditar, hablar con tu niño interior, escribir un diario, hacer tests de personalidad, subir una montaña, abrazar un árbol, en fin, la lista es infinita....    Me imagino que al igual que yo, ya probaste todos o por lo menos alguno de estos consejos, pero sea cual sea tu opinión sobre el autodescubrimiento, hay algo inevitable en nuestra humanidad que nos obsesiona por descubrir, y es quiénes somos realmente.  Incluso si seguimos a Jesús, es vital entender nuestra verdadera identidad en él. Si no lo hacemos, podríamos terminar creyendo lo que otros dicen sobre nosotros en lugar de creer en la verdad que Dios nos revela.  La perspectiva cr

Quién eres y de quién eres

    Vivir en la identidad que Dios nos ha dado es realmente un viaje en una montaña rusa espiritual. ¿Estás listo para esta jornada? Abróchate el cinturón porque nos aproximamos a una de las interrogantes más profundas de nuestra existencia: ¿Quién soy yo?  Posiblemente no sea la primera vez que te preguntes ¿quién soy yo? De hecho, es una búsqueda común, es ese deseo intríseco de descubrir nuestra verdadera esencia.  Saber quienes somos es un reto complejo. Nuestra mente alberga un sínfin de pensamientos que varían ampliamente. Cuando buscamos respuestas a nuestra identidad y al descubrirnos, encontramos un mosaico de palabras: duras en momentos, amables en otros, y a menudo teñidas de incertidumbre. Esta mezcla de sensaciones suele sorprendernos.  Por tanto, descubrir quiénes somos no es tarea fácil. Es como armar un rompecabezas con piezas que están en todas partes como en nuestras experiencias, valores y creencias. Incluso quienes se conocen bien podrían necesitar un guía. Y el mej

Judá: arrepentimiento y ceniza

      Un día, llevaron a una mujer ante Jesús, acusada de adulterio. Según las leyes de la época, este pecado era castigado con apedreamiento, y todos estaban dispuestos a cumplir la ley. Sin embargo, Jesús hizo algo que sorprendió a todos: dijo que aquel que no tuviera pecado debería ser el primero en arrojar la piedra. Claro está, como todos eran pecadores, uno por uno, dejaron sus piedras y huyeron.  Así como las personas de esta historia, todos somos pecadores; algunos con faltas más graves que otros, pero sin lugar a dudas, los pecados están ahí. Frente a esto, debemos reflexionar sobre cómo estamos manejando nuestros errores. ¿Qué actitud tenemos ante nuestros pecados?  Judá, uno de los hijos de Jacob, tiene mucho más que enseñarnos al respecto.  Jacob tuvo varios hijos, entre ellos José, el más consentido. Él tenía sueños de liderar sobre toda la familia. Obviamente, eso hizo que la envidia de los hermanos subiera a niveles extremos, hasta el punto de idear un plan de matar a Jo

Abigail: la palabra tranquila que devuelve la ira

    Sin duda has escuchado el famoso dicho: " toda acción tiene una reacción." La premisa es que todo lo que hacemos acarrea consecuencias, si nuestras acciones son positivas, es probable que obtengamos resultados favorables. En contraposición, si nuestras acciones son perjudiciales, es probable que nos enfrentemos a consecuencias negativas. En esencia, cosechamos lo que sembramos. Aunque en la cultura popular este dicho pueda tener validez, la sabiduría bíblica nos insta a romper ese ciclo cuando se trata de acciones negativas. Imagina esto: una acción dañina desencadena una reacción negativa, que a su vez provoca otra acción negativa, y así sucesivamente, creando un ciclo interminable. Es fundamental interrumpir ese ciclo, de lo contrario, el resultado es un desastre.  El pasaje de hoy nos relata la misma situación. Cuando David era perseguido por Saúl, se refugió en el desierto, cerca del monte Carmelo. En esa zona vivía un hombre llamado Nabal, un individuo adinerado que

Guiezi: Falta de satisfacción y avaricia

    Hoy quisiera desafiarte a que fijes tu atención en un aspecto fundamental de nuestro crecimiento personal: la satisfacción. Sentirse satisfecho implica aceptar las circunstancias con alegría. Desde una perspectiva bíblica esto implica confiar en Dios, tener la certeza de que él tiene control de todo y reconocer que seguir su camino es lo más sabio que podemos hacer.  Ahora, lo contrario al contentamiento es la insatisfacción que se traduce a la inseguridad y perder la fe en Dios. Y, por supuesto, en ocasiones, esa insatisfacción nos empuja hacia la senda de la codicia y la avaricia, lo que inevitablemente desemboca en comportamientos pecaminosos.  Guiezi, nuestro personaje de hoy, es un gran ejemplo de esto. Guiezi era un siervo del profeta Eliseo. Cuando Naamán, el general sirio, fue sanado de la lepra. Eliseo rechazó cualquier recompensa o regalo por el regalo realizado. Guiezi, por el contrario, permitió que la codicia dominara su corazón. Tan pronto como Naamán partió, lo sigui

Jonatán, el amigo fiel

   La sociedad de hoy vive en lo que el autor Zygmunt Bauman llama "Modernidad líquida." Este concepto habla de la creciente fragilidad de las estructuras sociales y de la dificultad de mantener las relaciones humanas. Lo vemos claramente en el aumento de enemistades, divorcios y relaciones pasajeras.  Es como si todas las conexiones se deshicieran en un abrir y cerrar de ojos. Antes, la gente solía tener amigos para toda la vida, pero hoy en día, mantener una relación, sea amistad o inclusive matrimonio parece más díficil que encontrar una aguja en un pajar. La fidelidad y la verdadera amistad son como especies en peligro de extinción en esta avalancha de cambios rápidos. Esto también afecta a los creyentes.  David, después de su victoria sobre Goliat, se muda para estar más cerca del rey Saúl, y es ahí donde nace una amistad duradera con Jonatán, el hijo del rey. ¿Recuerdas la historia?  Jonatán, que iba a ser el próximo en el trono, acepta con beneplácito que Dios haya esc

Rajab: la fe que salva vidas

    A lo largo de esta semana nos sumergiremos en la vida de siete "personajes olvidados de la Biblia." Son considerados "olvidados" porque sus historias se entrelazan con los grandes eventos que Dios llevó a cabo en la historia de su pueblo. A pesar de no ser los protagonistas, su vida tiene mucho que enseñarnos sobre distintos aspectos de la vida cristiana.  Hoy daremos inicio a esta jornada explorando la importancia de la fe para aquellos que sirven al Señor. A lo largo de la Biblia, Dios se presenta como un Dios de amor y bondad que extiende su favor a todos aquellos que acuden a él. A diferencia de los dioses de las mitologías paganas, el Señor no necesita nuestros favores, pues él es perfecto y no carece de nada. Su único requisito es la fe, como nos recuerda la carta a los Hebreos: " Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que es galardonador de los que le buscan. " (11:6).  Tener fe